09-03-12. Porque la cuestión es, al fin, ¿qué es viajar, no?
1. Porqué uno se toma el trabajo de pensar, planear, organizar, gastar dinero, coordinar movimientos propios y de extraños, de conocidos y de aquellos que nunca conoceremos pero que incidirán notablemente en que nuestro añorado viaje sea feliz (piensen, por ejemplo, en el piloto de nuestro avión, o en quien revolea las valijas al micro).
Me llamó cierta frase de Murakami cuando dice que él corre para buscar el vacío, y la relacioné inmediatamente con el viajar; y si bien podemos pensar todo lo contrario, que uno viaja para conocer, para disfrutar, para llenarse con imágenes, sabores, colores; también viaja para tratar de encontrar cierto vacío, cierto vacío que nos saque de lo cotidiano, de nuestros metódicos pensamientos (metódicos en su logro de “ocuparnos”, contextualizarnos, acompañarnos), y, a partir de ese vacío, tener otro espacio, otro aire-como se dice- y alejarnos de lo cotidiano.
Tal vez alejarnos para estar más cerca, más plenos con lo nuestro. Que así, puede llegar a revelarse no tan claro y límpido como quisiéramos creer, sino con capas, pliegues, lugares con distinta luminosidad.
Se me disculpará la torpe gramática pero sería como que en el viaje hay una circunvolución de “salida”, entrada a lo “extraño” y vuelta a lo “nuestro”, para permitirnos encontrar lo extraño en nosotros (ya distintos por este recorrido).
Cuando Kusch dice: “Y el viaje, un auténtico viaje, consiste en ir al absurdo ubicado en algún lugar de la tierra, lejos de la cómoda y plácida ciudad natal, junto mismo al diablo”, sin entrar en detalles sobre el estatuto de “el diablo” en este contexto, creo que se refiere a esa pérdida de referencias, ese juego-a veces angustiante- de poder dejar de lado las identificaciones, las identidades, que nos va a permitir, si jugamos, si nos dejamos llevar, a ese distinto retorno a lo habitual y a lo nuevo, alejándonos de lo cómodo, de lo que no nos interroga.
Entonces, viajar es ese intento de poder crear distancia, no sólo geográfica, para “visitarse” mejor (aunque a veces el movimiento queda abortado y algunos se quedan sólo en el contar millas de vuelo o países visitados).
Visitarse y poder sacar alguna enseñanza de ello. Una forma, paradójicamente opuesta a la propugnada por Séneca, pero con el mismo fin.
Cuando le escribe a Lucilio, el filósofo dice”…ya que no andas vagando y no te afanas en cambiar de lugar. Estas mutaciones son de alma enferma; yo creo que una de las primeras manifestaciones con que un alma bien ordenada revela serlo es su capacidad de poder fijarse en un lugar y de morar consigo misma”.
Este ida y vuelta del que hablo más arriba se dirige a ese fin, justamente, que mi alma pueda “morar consigo misma”, mi alma-que no es yo, o es no yo (como quieran).
Para que mi alma pueda morar consigo misma debo darle, es mi obligación, un lugar habitable, sin lo otro no hay habitable alguno.
Al mismo tiempo, paradójicamente otra vez, este habitable se constituye con un inhabitante radical.
2. Tal vez haya alguna relación con ese huésped hostil inhabitado que nos cerca y nos acorrala, y eso es la angustia. Huésped a pesar nuestro pero: sin el cual no.
Tal vez viajar sea también un intento de domeñar, de delimitar y, ¿por qué no?, a través del juego del viaje, de la excusa del paisaje, de la diferente cultura, de lo distinto, intentar captar los bordes de lo que, no hay otro modo, hemos sufrido pasivamente.
Hablo de que lo distinto nos constituye, esta marca, que sólo con fundamento imaginario algunos nombran como herida, puede intentar disfrutarse.
Viajar es un modo, no el único, por el que podemos intentar hacer un placer de ese territorio siempre ajeno, aunque nunca habrá modo de transformarlo en habitado; sólo podrá ser rodeado, experimentado, rozado.
3. Finalmente, recuerdo la soberbia composición de Cortázar-Dunlop, “Los Autonautas de la Cosmopista”: cómo viajar muy cerca de uno (considerando al paisaje que vemos siempre siendo parte de ese uno), morosamente y ver lo que la mayoría pasa por alto, y por rápido.
Podríamos pensar, y realizar, un grado menor del viaje de Cortázar-Dunlop, por ejemplo viajar, en nuestro hogar, de la cocina al comedor, o del jardín al garaje (1).
4. Cualquier “destino” de viaje es el acertado, si queremos experienciar eso distinto.
Es cuestión de atreverse.
siempre nuestro lugar está ahí al alcanse de nuestra alma... Gracias Nelson! Que lo mejor te acompañe en la ruta...
ResponderEliminarYa lo dijo el poeta " sos alma de diamante", no hay que olvidarlo, todos lo somos.
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