Bienvenida

¡Hola!

Este blog es un lugar, un lugar en movimiento para compartir.

Compartir los viajes, los paisajes, las vivencias, las alegrías, las reflexiones y, por qué no, las penas, que, esperamos, no sean muchas.

¿Por qué territorio? Porque es la tierra que nos aloja y es, también, el aire, el mundo material y simbólico, las ilusiones y herencias que también nos sostienen.

¿Por qué en movimiento? Porque, al movernos, lo cambiaremos y será cambiado. Por el paisaje, la gente, el camino, otros soles, nuevas lluvias; en este desafío de trasladarnos con nuestro territorio a largo plazo, en el tiempo y en el espacio.

¡Suban con nosotros y acompáñennos! ¡Pongámonos en movimiento!

Adriana y Nelson


28 dic 2012

Viviendo Cartagena


Una buena idea: fines de semana y feriados, una empresa privada lleva libros a las plazas y los presta para que puedan ser leídos allí.

                                                    

Bar en la muralla



















Otra forma de recorrer el Centro Histórico





El Parque de la Marina, al fondo Bocagrande


También aquí hay inundaciones

Por lluvia torrencial

Por marea extraordinaria.
Noches tranquilas en la Plaza de la Paz



Finalmente Cartagena de Indias


En esta entrada carecemos de la totalidad de las fotos tomadas, ya que estando en esta ciudad, nos robaron una de las cámaras.

Después de un largo viaje llegamos a Cartagena de Indias, fundada el 1 de junio de 1533. 

Destino turístico internacional, bañada por el Mar Caribe, puerto de muchísimo movimiento. Su centro histórico está rodeado de murallas que le sirvieron de defensa en distintas ocasiones, una de las primeras ciudades de la región en declarar su independencia de España, el 11 de noviembre de 1811 y, en diciembre de 2012, lugar donde nos robaron una de las cámaras de fotos.
                                                     



















Excelentemente recibidos en la Oficina de Turismo, averiguan donde podemos parquear y nos encuentran un lugar increíble. Pasamos allí una semana, cerca de todo, recorriendo la ciudad, haciendo las excursiones que ya son clásicas en la zona y compartiendo con familiares estas maravillas y este mar tan “rico”, como dicen aquí.




















A mediodía el calor es agobiante, como agobiantes son los vendedores ambulantes que no dan respiro cuando uno pasea por algunos de los lugares típicos.   

Caminamos incansablemente las calles, recorremos iglesias, los barrios de La Matuna y Getsemaní, el Museo del Oro y donde funcionaba la “Santa” Inquisición, cometiendo atroces crímenes sobre la gente que quedaba inerme ante su poder absoluto.




Haciendo patacones

Los verdes y maduros que nos regalaron en Salento.

En pleno proceso de cocción.

26 dic 2012

Hacia Cartagena


Salimos con cierta dificultad de Medellín, hacia el norte (mal señalizado el camino y el GPS quería que atravesáramos un parque). Ascendemos hasta los 2778 msnm en los Llanos de Cuibá, el pésimo estado de las rutas son inversamente proporcional al precio de los peajes, en los que uno se siente estafado al pagar.

Hay numerosos retenes militares donde los soldados armados, casetas camufladas y camiones blindados  se escalonan a lo largo de la carretera.

En Santa Rosa de los Osos almorzamos mate y almojábanas.

Foto tomada en movimiento.
Dormimos en Tarazá, metros antes de una estación de peaje, ¡por supuesto!

Nos detenemos varias veces en el camino. En Caucasia, localidad a orillas del Río Cauca, paramos a caminar un poco. Averiguamos por los atractivos turísticos del lugar pero: parece que no hay.

En Planeta Rica, ¡nombre extraño para una ciudad!, almorzamos sopa, arroz y pollo frito por $6.000 c/u.

Antes de Sahagún nos detenemos a hacer noche en una amplia estación de servicio que no estaba en funcionamiento, de todos modos al día siguiente aparece el “cuidador” (que no vimos en toda la noche) y hay que dejarle unos pesos.

Pasamos por varios pueblos que exhiben llamativos puestos a lo largo de la ruta: sombreros puntiagudos, carteras, bolsos, hamacas y objetos trabajados en madera con brillantes colores.



















En Sampués compramos un tucán (en madera) que quedó bautizado con el nombre del pueblo.

Sampués y su familia antes de acompañarnos en el viaje.

El paisaje fue cambiando notablemente. Las casitas a los lados de la carretera con muchas flores de colores, los plátanos, las palmeras, y el lento transitar de su gente de piel bien oscura recuerdan las descripciones de Gabriel García Márquez y de otros autores que relatan escenas de aldeas tropicales. El calor enlentece el transcurrir de sus vidas.


Entre peaje y peaje llegamos a Cartagena.

Unas horas en Medellín


En esta entrada carecemos de fotos, ya que días después en Cartagena nos robaron una de las cámaras, donde se encontraba el registro.

19-11-12. Llegamos al centro en bus. Hay muchísima gente, infinidad de comercios atiborrados con mercadería que se repite indefinidamente, asemeja el Once porteño. También muchos puestos de comida y gente que vende “minutos”. Hay personas que tienen colgados carteles anunciando la venta de estos minutos. De sus ropas salen cadenas con teléfonos móviles. La gente hace sus llamadas desde estos teléfonos y le cuesta menos que utilizar su propio celular. Por supuesto hacemos fotos…

El Paseo de las Esculturas presenta muchas obras de Botero, hacemos fotos…también del Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe.

Mucho calor, mucho ruido, mucha gente. Vemos unas cuantas personas muy deterioradas caminando, y otras durmiendo, sin aseo, con ropas rota, pidiendo dinero.

Antes de la hora pico volvemos al parqueadero (donde dejamos el vehículo y pasaremos la noche), previamente realizamos una pequeña caminata por Caldas.

Aunque dejamos pendiente El Poblado, zona moderna de Medellín, y otras atracciones, seguimos viaje. Cada vez nos encontramos más a gusto en los lugares chicos, tranquilos. Los disfrutes de las grandes urbes va disminuyendo, ¿será definitivo?

Hacia Medellín


En esta entrada carecemos de fotos, ya que días después en Cartagena nos robaron una de las cámaras, donde se encontraba el registro.

Después de un largo y extenuante viaje decidimos parar en un pueblito, al costado de la ruta, para pasar allí la noche. De pronto aparece el gomero de las inmediaciones y pretende cobrarnos por estacionar allí ($5.000). Dijimos que no y seguimos al norte, aunque era de noche y no es lo más conveniente manejar sin luz diurna.

Llegamos a La Pintada, pedimos permiso y estacionamos en la estación de servicio. Es domingo y la ruta, que atraviesa el pueblo, se llena de autos, motos (omnipresentes en Colombia) y gente sentada en los bares, panaderías y restaurants que sacan mesas y sillas a las veredas.

Se oyen muchas, y distintas, músicas, a muy fuerte volumen. Preguntamos y nos dicen que viernes, sábado y domingo es así.

Al día siguiente cuando estamos por salir, nos sorprendemos ya que vienen a cobrarnos por el estacionamiento nocturno ($5.000). Ni en Argentina, Brasil o Ecuador nos cobraron por estacionar en la “bomba” (estación de servicio).

Otro viaje cansador y llegamos a Caldas, a unos pocos km de Medellín. Encontramos un “parqueadero” (estacionamiento) donde nos dejan pernoctar en la casa rodante. Desde allí iremos a visitar la ciudad. Nos cansamos de entrar a las grandes urbes con el vehículo y Medellín es muy grande.  (2.500.000 de habitantes en 2.007)

Salento


En esta entrada carecemos de fotos, ya que días después en Cartagena nos robaron una de las cámaras, donde se encontraba el registro.

16 y 17-11-12. Paramos en un camping en la cercanía de Salento. Vamos caminando al pueblito, nos encanta. Muy pintoresco, con típicas y coloridas viviendas paisa, con una callecita muy comercial, donde circulamos los extranjeros y los locales entre negocios de artesanías y bares. El parque principal está rodeado de restaurants, hoteles, una excelente heladería y construcciones antiguas, o que simulan serlo.
Se encuentra rodeado de selva y haciendas de café.

En esta época llueve mucho; abandonamos el camping y nos dirigimos a la Finca El Ocaso para conocer el proceso de producción en el cafetal.

El camino se encuentra bastante mal señalizado y, de a poco, comienza a angostarse, por tramos es de tierra, por tramos solo posee dos huellas en material. Preguntamos varias veces como llegar.

Estando a pocos metros de la finca tratamos de subir una cuesta y la Blanquita se para en el ascenso. Dejo que baje, hacemos marcha atrás, para subir con más envión pero debemos ir doblando para mantenernos en la parte de cemento de la calzada, además es curva, salimos de la huella y nos encajamos, ¡sí otra vez! Ya que el césped se encontraba empapado con toda la lluvia caída. Cuando tratamos de salir, el auto patina y se incrusta entre dos ramas de un árbol!!!!!. desesperación y maldiciones varias, me dirijo a la finca a buscar ayuda.

No hay ningún vehículo en la misma pero está Marcos, el capataz, quien se acerca y nos da instrucciones sobre cómo sacar el vehículo. Llama a dos sobrinos que van a buscar restos de asfalto a unos 200 mts, los niños hacen varios viajes con la carretilla llena de ese material, él se trepa al árbol y con su machete corta dos ramas del mismo. De forma increíble el armazón del toldo del vehículo estaba entre dos ramas, era imposible tratar de salir hacia adelante o atrás sin romper una rama o que ésta rompa el toldo. Luego tuvimos que desarmar parte de la estructura del toldo para desengancharlo.

Se acercan varios vecinos. Empujando, poniendo suplementos en el barro, acomodando ramas y “cascajo” la Blanquita sale marcha atrás. La llevamos así unos doscientos metros (con curvas y subidas) hasta la calle principal. Aunque no tenemos ganas (llevamos casi dos horas luchando), Marcos nos convence de que hagamos la visita.


En la finca nos convidan un excelente jugo de panela y mandarina (recién cosechada), hacemos la visita, guiados por Marcos, y de despedida un exquisito tinto orgánico, como todo el que se produce aquí. Además nos regalan dos clases de plátanos, ambas para cocinar (llamados “verdes” y “maduros”).

Aprendimos las distintas etapas en la producción de café, desde su siembra hasta su cosecha, y luego el secado de las pepas, incluyendo los dos trasplantes que se le hacen a la planta antes de que comience a producir.

Nuestro plan inicial era ir al Valle de Cocora a ver las famosas palmas de cera, árbol nacional de Colombia pero Marcos nos dice que a esta hora debe estar todo nublado, que habría que ir mañana.

Le agradecemos profundamente, si no hubiera sido por él aún estaríamos encajados allí.

Elegimos seguir a Medellín, ya que el 26 nuestros familiares llegan a Cartagena y hay unos cuantos kilómetros hasta allá.

18 dic 2012

Otro cruce de los Andes


En esta entrada carecemos de fotos, ya que días después en Cartagena nos robaron una de las cámaras, donde se encontraba el registro.

16-11-12. Queremos ir al polo cafetero, para ello hay que cruzar los Andes. Partimos desde Ibagué a las 7.50 AM. El camino es difícil por la cantidad de camiones que hay en la vía, están ensanchando algunas partes de la carretera y construyendo más puentes, además de la altura que íbamos ganando paulatinamente. Cada tanto hay que parar porque la vía es de una sola mano. Llevamos una velocidad promedio de 18 km/h.

Subimos hasta los 3287 msnm. En un momento viajábamos al lado de las nubes, masas blancas que no nos permitían ver el otro lado del valle bloqueándonos el verde paisaje.

Se llama Alto de la Línea el punto más alto del camino, luego comienza el descenso continuo hacia el oeste.

En un momento, entre la niebla, aparecieron adolescentes en el medio de la ruta, esquivando el tránsito por derecha e izquierda, agitando trapos o sus gorras y haciendo señas que no entendíamos. Imagen irreal en la montaña.  Luego comprendimos que estaban pidiendo limosna, arriesgando sus vidas.

Desierto de La Tatacoa


En esta entrada carecemos de fotos, ya que días después en Cartagena nos robaron una de las cámaras, donde se encontraba el registro.

13 y 14-11-12. Para llegar al “desierto” debemos cruzar, varios kilómetros antes, un río en balsa, ya que están construyendo el puente. Así, subimos por tercera vez en este viaje a la Blanquita a un ferry, ferri escriben aquí. La copiloto debe cruzar el río por un pequeño puente peatonal. Hicimos varias fotos del cruce que, también, perdimos.

Tenemos que pasar por Villavieja para acceder al desierto. Apacible y antigua, con su plaza sumamente arbolada y una escultura a escala real de un megaterio, representativo de los fósiles encontrados en la región. Con tantos árboles en este pueblo nos costaba pensar que hubiese un desierto a sólo cinco kilómetros de allí.

Una vez llegados al desierto vemos que el paisaje es bellísimo, con formaciones que recuerdan a los llamados “valles lunares” en distintas partes del planeta. Al atardecer, el juego de luces y sombras acentuaban las grietas, otorgándole aún más dramatismo al paisaje.

Observar cabras y bueyes con sus crías pastando o recorriendo los caminos fue una imagen usual en toda la extensión del llamado desierto.

Habíamos estacionado en un parqueadero gratuito, frente al Observatorio, hacía un calor difícil de soportar. Nos acostamos y a las 2.00 AM comienza a llover! No se detiene la lluvia sino hasta las 8.00 AM. Extraño record para un desierto.

Al día siguiente queremos recorrer los distintos paseos. Rápidamente nos detenemos frente a un lodazal, dispuestos a no encajarnos nuevamente; no podemos retroceder ni girar en redondo. Estacionamos al costado del camino, unos guías que se encuentran con 130 niños de escuelas de Bogotá, nos dicen que la de anoche fue la tercera lluvia del año y su intensidad inusual.

Empezamos a caminar para ver cómo estaba el camino, a las cuatro horas con veinte minutos regresamos (¡!). Hicimos los circuitos de El Laberinto, Las Ventanas y Los Hoyos a la peor hora de calor. El paisaje fue transformándose en más árido, rojizo primero, negro después, hasta llegar a formaciones oscuras que constituyen hoyos de los que surgen aguas con muchos minerales. Las mismas se recogen en piscinas donde se puede ingresar, pagando $3.000.

En el camino hay hostales, campings y estaderos (donde comer), separados por varios kilómetros entre sí.

Aprovechando que el sol secaba el camino, con paciencia maniobramos entre el barro y la calle angosta para girar el vehículo, saliendo sin problemas.
Fotografiamos otro bello atardecer…

Al día siguiente ¡amanece con lluvia! Vamos hasta Villavieja y esperamos tres horas a que disminuya su intensidad, las calles se anegan, las aguas transportan barro rojizo en su recorrido. Consultamos a la policía y nos recomiendan volver a Neiva para salir al norte, la ruta que sale directamente de la Tatacoa al norte se torna intransitable y peligrosa, además de estar mal señalizada.

Partimos del extraño “desierto”. Técnicamente no es un desierto, ya que llueve 1.070 mm por año, se trata de un bosque tropical seco semiárido.

Tierra Adentro


En esta entrada carecemos de fotos, ya que días después en Cartagena nos robaron una de las cámaras, donde se encontraba el registro.

12-11-12. Aún nos entristece recordar las fotos que tomamos de este maravilloso lugar. Dolor persistente.

El sitio se encuentra a 1750 msnm, la ruta de acceso se halla en reparación, por lo que la ascensión fue lenta y muy difícil, partes con barro, partes con arroyos que bajaban de la montaña.

Teníamos fotos con detalle de los Hipogeos de Segovia. Tumbas colectivas subterráneas, cavadas en la roca volcánica.

Se desconoce la cultura y la época en que fueron creadas. Algunas con columnas y pilastras que separan nichos, se trata de un trabajo arquitectónico, escultórico y pictórico de relevancia.

En nuestras fotos aparecían con detalle las tallas en la roca, formando frisos y relieves zoomorfos y antropomorfos. Pinturas geométricas formando guardas y decoraciones de paredes, techos y columnas a través de la repetición de rombos, líneas y estrellas, en rojo, negro y blanco.

En algunas tumbas se encontraron urnas funerarias con restos óseos. Aún hay algunas sin desenterrar.

Se compensó ampliamente lo tortuoso del camino.


Al día siguiente, visitamos los otros sitios: la Estatuaria El Tablón y Los Hipogeos de Altos de San Andrés.
En el primero hay varias estatuas monolíticas talladas en piedra toba y un pequeño menhir. 
Las imágenes, en su mayoría antropomórfica, tienen un acabado rústico.
En el segundo, algunas tumbas se hallan cerradas por derrumbes. Presentan policromías con rostros extraños, guardas y superficies cubiertas de rombos concéntricos que se repiten, variando las formas y diseños interiores, así como la combinación de los colores rojo y negro.

Visitamos los dos pequeños museos, el Arqueológico y el Etnográfico, con sus puntos de interés.

Popayán


En esta entrada carecemos de fotos, ya que, días después en Cartagena nos robaron una de las cámaras, donde se encontraba el registro.

11 y 12-11-12.  Caminamos bastante por el Centro Histórico, encalado, con techos de tejas muy antiguos y calles empedradas. Conocemos también el Morro y el Rincón Payanés.

Ciudad tranquila, con ritmo cansino en su centro, encontramos turismo nacional ya que se efectuaban competiciones deportivas con atletas de todas las regiones.

Probamos el jugo de lulo, bebida ácida y refrescante, ya que hacía calor durante el día a pesar de los sendos e intensos chaparrones que hubo.

Visitamos iglesias y las encontramos llenas de gente. Sus fachadas son sobrias y el interior mucho más complejo y decorado, alguna tiene el techo de estilo mudéjar.

Desagradables experiencias


En esta entrada carecemos de fotos, ya que, días después en Cartagena nos robaron una de las cámaras, donde se encontraba el registro.

Partimos hacia Popayán, queríamos conocer esa ciudad colonial.

Accedemos a la que debe ser la Panamericana: pagamos importantes peajes ($14.200 en total), la carretera es muy angosta, por largos kilómetros los vehículos no pueden adelantarse.

La ruta se va deteriorando paulatinamente. Cerca del Aeropuerto de Nariño desde el fondo de un pozo le pregunto a la señorita que cobra el peaje: “¿la ruta mejora más adelante?” “No”, contesta con un poco de vergüenza.

Kilómetros después aparecen niños y ancianos al costado del camino y extienden sus manos para pedir dinero. Las cosas se vuelven más desagradables y chocantes: otros grupos improvisan cuerdas con trozos de nylon, sogas, etc., que atan a un extremo de la ruta y sostienen, del otro lado, con la mano, cortando el tránsito. A pesar de que vemos a los colectivos seguir raudamente, nosotros nos detenemos cada vez para evitar lastimar a alguien y con temor, ya que oímos que por aquí hay muchos problemas de seguridad, aconsejan no viajar de noche por la zona. Cuando frenamos, se acercan a pedir dinero.

Cada tanto hay jóvenes echando tierra a los pozos del camino y pidiendo dinero por ese trabajo, pensamos “¿para qué pagamos el peaje entonces?”

También observamos grupos del ejército, fuertemente armados y con vehículos blindados, lo cual nos hace dudar de la seguridad de la carretera y anhelar llegar a destino.

Todo el trayecto nos provocó sentimientos de vulnerabilidad, por esas personas y por nosotros, impotencia, por el estado en que se encuentran, enojo, por ser obligados a detenernos.

Daban ganas de corroborar el rumbo, poco tránsito y la ruta en pésimo estado. Así y todo llegamos a Popayán, luego de conducir ininterrumpidamente durante seis horas y media.

Laguna de La Cocha, Nariño, Colombia


09-11-12. Luego de un complicado viaje (curvas y contracurvas en ascenso, ripio, llovizna, hombres trabajando en la ruta, subidas atrás de camionetas cargadas) llegamos a la laguna.

Se encuentra rodeada de pastizales y juncos, por lo que es muy difícil acercarse mucho a su orilla.

No sabemos cómo pero logramos encajarnos también aquí. No va a ser la última vez, ni la peor!!!
El lugar, construcciones en madera de hermosas casitas, hoteles y restaurants llenos de flores, está diseñado para dar una brevísima caminata, comer y tomar una lancha hacia la isla que se encuentra en la laguna; allí se puede recorrer un sendero.


En la puesta de sol vemos muchísimos patos y gallaretas procurando su alimento, a pocos pasos de donde estábamos, un bello y tranquilo atardecer.


Cuando nos acomodamos para cenar, una señora nos golpea la puerta (no muy amablemente), y nos dice que debemos salir de allí ya que la tierra es muy sensible y no tolera el peso de los vehículos. Nos disculpamos, diciendo que habíamos preguntado a los barqueros que allí se encontraban.

De ésa casa vinieron a echarnos.

Era de noche, pedimos refugio en el estacionamiento de un restaurant y pernoctamos allí. Algo del relax obtenido en el lugar se había perdido.

11 dic 2012

Aventuras Pastuzas

Pagamos el primer peaje. Nos espanta el precio ($7.500) pero seguirán siendo similares en el viaje. Las rutas son muy transitadas por autos, motos y camiones, sinuosas y, en muchos tramos, con obreros trabajando, por lo que se reducen los carriles de dos a uno. Se producen largas esperas hasta que habilitan el paso; por ello no podemos calcular el tiempo de viaje entre lugares, teniendo en cuenta la distancia.

La ciudad de Pasto está a 2.551 msnm. Nos cuesta encontrar lugar para estacionar debido al tránsito y a las calles en reparación.
Dejamos la casita a unos quince cuadras del centro y caminamos. Visitamos iglesias, fuimos a Informes Turísticos, donde nos querían cobrar los planos de la ciudad y de la región a 1.000$ y $2.000 (a lo que nos negamos).

Visitamos del Museo del Oro, donde recibimos una excelente explicación de dos exhibiciones por parte del Coordinador del Museo.


 Tal vez tuviese que ver que Pasto es la ciudad con mayor índice de pobreza y desocupación de Colombia, en que almorzáramos por $2.500 cada uno, luego nunca más encontraríamos un lugar tan económico.
Parece que tambièn aquì se repite el hàbito...
Vimos la original Plaza de Carnaval, donde se celebra el famoso Carnaval de Blancos y Negros. En el Centro Comercial Bomboná conocimos las típicas artesanías en barniz de Pasto, que realizan utilizando una resina natural teñida, dando formas a figuras bi o tridimensionales; a veces decorando objetos realizados en madera.



Ya muy cansados pasamos por un supermercado y efectuamos compras de elementos básicos, cuyos precios nos espantaron. Tratando de encontrar la Master… nos perdimos!
Aunque llevábamos anotada la dirección de donde había quedado, la organización de las “calles” y “carreras” con números y letras nos confundía, incluso los habitantes tenían dificultades para explicarnos.

Simpàtico telèfono pùblico-

Llegamos cansadísimos, luego partimos hacia la Laguna de La Cocha.

Santuario de la Virgen de las Lajas

08-11-12. Partimos hacia Las Lajas. Gracias a nuestro amigo Pelusa, tenemos nuevamente la compañía del GPS, con la voz de Paulina, ¡un alivio! ¡La copiloto agradecida!.



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Visitamos el bellísimo santuario. Construido en estilo neogótico, sobre las laderas de un acantilado, frente a una cascada y con un puente sostenido por arcos de medio punto, sobre un correntoso rio de piedras, esta iglesia parece de un cuento de hadas. No dan ganas de dejar de mirarla y fotografiarla desde todos los puntos de vista que las escalinatas que descienden hasta ella permiten.



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El pueblito parece también de cuento, con calles irregulares empedradas y con numerosos puestos de venta de artesanías.
 


Cuando logramos despegarnos del paisaje, avanzamos al norte, hacia la ciudad de Pasto.

24 nov 2012

Recorrido por Ecuador


Ya no intentamos encontrar mapas como los que necesitamos por lo que, nuevamente, éste es de confección casera.



Realizamos 3.603 kilómetros, en 67 días.