INTRODUCCION
Constantemente
vivimos en contacto con personas ejerciendo cierto rol social claramente
definido y delimitado, al menos, idealmente.
Durante este viaje
nos hemos encontrado con funcionarios con los que habitualmente no nos
cruzábamos en nuestra vida “sedentaria”.
Estos funcionarios
poseen roles claramente definidos, los que, a su vez, definen su accionar.
Si a ello le
sumamos la diferencia cultural e idiomática (por ejemplo, no podemos homologar
directamente el español hablado en Argentina con el hablado en Perú), se
estableció que percibiéramos una frontera entre nuestras expectativas y lo que
“encontrábamos” en el camino.
A partir de
charlar, enojarnos y molestarnos, sentir que nos costaba ubicarnos, intentamos
pensar diversas situaciones vividas (básicamente en Perú), las que produjeron
algunos intentos de ceñir qué era lo que nos estaba pasando.
El texto
siguiente, acerca del “hombre institucional” es uno de estos retoños de nuestro
intento de comprender-nos en el contexto.
Suponemos que
queda acordado que no nos situamos en el lugar de aquellos antropólogos que
hacen una descripción e insertan, “objetivamente”, sus matrices culturales y de
pensamiento sino, en el lugar de viajeros que desean atravesarse con otros
modos existenciales, permeables a ser cambiados por ellos, cuando lo
consideremos conveniente.
INICIO
El hombre
institucional queda claramente establecido en el análisis sartreano, como la
vertiente cosa del hombre sin decisión, sólo puede hacer “eso”.
El aspecto muro
físico y verbal y de los encorsetamientos psicológicos del hombre institucional
es, posiblemente, lo que más choca al interlocutor, especialmente si éste es lo
suficiente refinado de espíritu para percibir que, es muy probable, aquél le
esté mostrando otra faceta en la que puede (sinceridad mediante) reconocerse.
Además, no debemos menospreciar, la agresividad que emerge al sentirse puesto
en el lugar de cosa (doble cosificación).
DESVIO
Una vez más
reitero lo que sostengo desde hace años:
la violencia simbólica produce violencia física, forma destemplada de acción
del sometido que se ve llevado a tratar de modificar el ambiente (en sentido
amplio, sentido que trabaja Bloss) para aliviar la tensión que se le ha
suscitado.
Sería ésta la
razón que justifique la respuesta violenta, fría, implacable; ya que esta
acción se lee como un ataque al “orden” que supuestamente hay en la sociedad
(que el hombre común cree y quiere creer pero en realidad no existe ni existió
nunca). También se dice “el orden que queremos… o que debería… o nos merecemos
que haya en la sociedad”.
Las leyes son sólo
el medio que permite una fundamentación más “razonable” de la reacción.
Entonces todas las estructuras hegemónicas reaccionan con virulencia a fin de continuar
encubriendo la génesis de la situación. Reacción ante la reacción.
Si se disponen de
medios de comunicación masivos para adjetivar como conviene estas reacciones
violentas y se azuza el miedo de la población, ya está en gran medida ganada la
batalla. Los no pensantes excluyen y engordan con sus fantasías la “maldad” de
los parias.
La mala conducta
es porque son malvados y, con la ayuda de la teoría “científica” de turno,
probablemente “incurables”, y aquí lo médico-pedagógico se lleva también su porción.
Definir cuál es la
salud y el modo correcto de arribar a ella. Salud corporal y salud moral,
tecnologías del yo a aplicar para, en los casos en que es posible (muchas veces esta posibilidad definida a partir de
la capacidad económica, cuando no el color de piel o el lugar donde vive), la
recuperación del foco de atención y que pueda volver a ser incluido en el
pattern alienante.
Hay que hacer la
hermenéutica de la acción violenta, de cada acción violenta, para no engordar
más “malos” entendidos.
FIN
Además de la
relación cosificada y de la posibilidad de encontrarnos en cierto aspecto
“semejantes” que nos suscita, el encontrarse cara a cara con un representante
(que se exhibe sin fisuras) de esos lugares de ejercicio de poder, nos provoca
ciertas reacciones emocionales que nos cuesta aceptar, que nos movilizan.
No podemos dejar
de pensar también en el lugar de “ustedes no-ustedes fuera” que se nos asigna
implícitamente, o no, cuando chocamos con alguna de estas barreras, que el
hombre institucional, enajenadamente, sostiene, para beneficio de otros.
El estar fuera,
lugar añorado y temido por el neurótico, tampoco es fácil de sostener.
Quizá solo se
pueda realizar un juego de adentro-afuera, y a veces.
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