22-05-13. Como el clima no
mejoraba decidimos cruzar la frontera y regresar a la patria.
Después de dormir en una
estación de servicio, partimos por la mañana. Llegamos al puesto de control
brasilero y sólo veíamos carteles para verificar los automóviles, como no
teníamos papel alguno de la Master, seguimos adelante.
Comenzamos a recorrer el
Puente Tancredo Neves que une ambos países sobre el río Iguazú.
De pronto, nos dimos
cuenta de que la pintura de las barandas del puente cambian de los colores de
la bandera brasileña a los colores de la argentina y de pronto nos encontramos
haciendo fila para ingresar a la aduana argentina.
¡Nos faltó legalizar la
salida de Brasil!
Bajo a hablar con un agente de la AFIP y me llevo el
primer impacto del regreso. Su forma de hablar, sus gestos me hacen sentir en
familia. Trato de frenar los sentimientos que afloraron en mí para atender a
sus explicaciones. Debemos volver a cruzar el puente y detenernos en la Policía
Federal Brasilera para realizar el trámite de Emigración. Un tanto aturdida por
la emoción inesperada, le explico a Nelson lo que debemos hacer. y deshacemos
el recorrido, haciendo lo debido en una ventanilla, en menos de dos minutos.
Deshacemos el recorrido, cruzando
otra vez el río, y nos detenemos en el estacionamiento de la aduana brasilera. Los
empleados no son muy amables, cosa inesperada para este país. Nos sellan
fríamente los pasaportes y ahí sí rumbo a Argentina, otra vez.
Nos despedimos de Brasil sabiendo
que es sólo por un tiempo, ya volveremos.
El acceso a Argentina es
rápido, hacemos el papeleo y el auto es revisado por personal de la AFIP.
Cuando nos pregunta si compramos cosas, respondemos que las de supervivencia,
abrimos el portón trasero y aparece la cama a medio hacer y llena de cosas,
perchas colgadas con ropa secándose, el espectáculo hace que el empleado
desista de seguir mirando.
Hacemos unos pocos kilómetros
hasta Puerto Iguazú. De calles anchas, tránsito lento y un rayo de sol que se
asoma tímido entre las nubes, este pueblo de frontera nos dio la bienvenida a
casa.
Nos detenemos rápidamente en
un supermercado y tuvimos el segundo impacto familiar, ese sentimiento de volver
a casa, las marcas, los productos conocidos, ¡los precios nos parecen
económicos, luego de tener que multiplicar por tres el valor en reales!
Nos dimos algunos gustos, lo
primero que pusimos en el chango fueron dos botellas, una de Malbec y otra de
Cavernet Sauvignon. ¡Qué barato el excelente vino argentino!
Ya provistos, salimos a
recorrer la ciudad.
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