19-07-13. En Febrero del 2008
fuimos a conocer los famosos carnavales de Gualeguaychú, provincia de Entre
Ríos.
A pesar de que no somos de
espíritu muy festivo, en ese momento fuimos gratamente sorprendidos por la
alegría, emotividad y dinamismo de los mismos.
Ahora, a propuesta de una de
nuestras hijas, volvemos a la ciudad a fin de tener una idea de cómo es en
invierno.
Al principio nos cuesta
reconocer en estas calles vacías, donde hay baja temperatura, el mismo sitio
vibrante y jolgorioso del viaje anterior. De a poco vamos reconociéndolo,
pasamos por lugares de viejas caminatas: la costanera, el hotel donde nos
alojamos, el circuito por donde desfilan las comparsas.
Nos detenemos en el Parque
Unzué, amplio espacio verde de 120 hectáreas, a la vera del rio que da su
nombre a la ciudad. Aparecen el mate y las facturas para aprovechar el solcito.
También disfrutamos de las aves que se acercan, mansas, tratando de conseguir
algún trozo de comida.
Visitamos un antiguo frigorífico
que operó hasta la década de los ’80 y fue cerrado por presuntas maniobras
ilegales. El lugar inspira respeto, y lástima por los puestos de trabajo que se
han perdido, por tantos metros cuadrados de imponente construcción, hoy sólo
utilizados por palomas y, creemos, roedores varios.
Somos unos cuantos los
turistas que hemos aprovechado el fin de semana para acercarnos a Gualeguaychú.
Nos dicen en un restaurant que, al ser favorecidos por el cambio, son muchos
los uruguayos que cruzan el río para visitar esta zona.
Además del asado de rigor,
compramos salamines y quesos de la región, exquisitos y artesanales.
Unas pocas horas de viaje por
rutas en aceptable estado y el cruce del gigantesco complejo Zárate-Brazo
Largo, nos devuelven a Buenos Aires (227 km).