La única oficina de informes turísticos abierta era la que estaba en la Terminal de Ómnibus (Rodoviaria). Aquí hay varios campings, elegimos quedarnos en el Hostel Natura que si bien un poco apartado, queda camino a las cataratas y posee un entorno muy agradable, con instalaciones de primera categoría.
Los días siguen frescos y nublados, con mucha humedad ambiente, aprovechamos para leer bastante y esa primera noche hicimos pizza.
A pesar que el clima no mejoraba, salimos al día siguiente hacia el Parque Nacional do Iguaçú, queríamos conocer las cascadas del lado brasilero de este lugar, elegido como una de las siete nuevas maravillas naturales del mundo.
A las 10,00 hs iniciamos el recorrido. Los tickets cuestan $R 33,35 por persona para los extranjeros, se puede abonar en efectivo o tarjetas de crédito o débito.
Desde allí se toma un bus con distintas paradas, conviene bajarse en la tercera y allí iniciar un sendero que lleva por el borde del rio Iguazú y ofrece increíbles vistas de los saltos, hasta llegar a una pasarela que lleva a la Garganta do Diablo y, por el otro extremo, a un elevador para ver otras panorámicas.
Uno queda empapado, y aunque siempre habíamos visto fotos de las cataratas con gente en remera, ese día sentimos frío, especialmente cuando el agua se colaba por la espalda a pesar de los abrigos.
Cielo gris, agua en tonos que iban del terracota al natural (en una misma caída de agua), ningún arco iris, brindaron un paisaje diferente al típico de las postales.
Escuchamos muchas aves pero sólo pudimos ver numerosos coaties, comiendo de los tachos de basura y acercándose a la gente para ser alimentados.
Hay muchas tiendas de recuerdos, de comida rápida y restaurants.
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