11-05-13. Todo el trayecto hacia
esta ciudad lo hicimos con lluvia, y como lo teníamos previsto, nos dirigimos
directamente a la Praia Sella Maris, donde sabíamos que nuestros amigos Dagmar
y Dieter habían parado sin problemas.
Al llegar hablamos con los
guardias del Gran Hotel Stella Maris, quienes amablemente nos confirmaron que
sería seguro estacionar en dicho lugar, frente a un amplio parque de verde
césped y altas palmeras.
Bajo nuestro gran paraguas
doble, comprado en México en otra oportunidad, caminamos en busca del ómnibus
que nos llevaría hasta el Centro Histórico de Salvador. Una hora y media
después bajamos en Praca da Sé. Visitamos algunas iglesias y recorrimos las
calles, sacando grises fotos de las coloridas fachadas coloniales.
Al atardecer la lluvia se
hizo más torrencial de modo que al bajar del colectivo nos tuvimos que sumergir
hasta las rodillas en la calle inundada de nuestra parada.
Reja de iglesia llena de fitas de Bonfim. |
Al día siguiente, el clima no
mejoró. Todo se conjuga para que las actividades en esta ciudad disminuyan en
esta época del año: temporada baja, época de lluvias, domingo y especialmente,
Día de la Madre, en este país.
Ya no estaban los grupos de
personas que bailaban capoeira en la plaza, que habíamos observado el día
anterior, pero sí las señoras vestidas con los vistosos trajes típicos de
Bahianas que se dejan fotografiar por algunos reales.
En el Mercado Modelo
compramos algunas artesanías, seguimos disfrutando los hermosos paisajes del
lugar mientras deambulamos, bajamos y subimos por el Elevador Lacerda, desde el
Pelourinho hasta la Cidade Baixa.
Después de esperar más de una
hora el ómnibus que nos lleve de vuelta a la casita, terminamos haciendo
combinaciones con otros, siempre ayudados por las indicaciones de los amables
habitantes de este lugar.
Sentimos un poco de “saudade”,
ya que éste fue nuestro último destino programado.
Si bien podríamos continuar
el viaje, queremos regresar a nuestro país para resolver diversas situaciones
que requieren nuestra atención, además de que extrañamos a nuestra familia y
las noticias sobre la economía nos desalientan a seguir.
Por si esto fuera poco, los
cuerpos ya añoran una cama amplia, baños espaciosos y esa comodidad casi
burguesa a la que uno, lentamente, se va acostumbrando con el paso del tiempo.
Sabemos que, más adelante,
retomaremos el camino.
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