Al irnos de Indichuris (ver post anterior), nos ponemos a charlar porqué, una
vez más, cada vez que estamos tranquilos en algún lugar, al poco tiempo nos
queremos ir.
Lo hablamos mucho, y buscamos elementos para pensar. Así encontramos esta
frase de Italo Calvino, referida a las ciudades pero, creemos, perfectamente
aplicable a los lugares: “Las ciudades,
como los sueños, están construidas de deseos y de miedos, aunque el hilo de su
discurso sea secreto, sus reglas absurdas, sus perspectivas engañosas, y toda
cosa esconda otra…. De una ciudad no disfrutas las siete o las setenta y siete
maravillas, sino la respuesta que da a una pregunta tuya.
Todos buscamos respuestas, todo el tiempo, muchas veces, aunque sepamos que
son erróneas, las mantenemos, las pontificamos, tratamos de imponerlas.
Muchos mantienen sus respuestas toda la vida, no necesitan cambiarlas, nada
las choca como para perturbarlas ni replantearlas. O, a veces, quien las
detenta, se aferra a ellas para no sentirse conmovido.
Nosotros, en cambio no somos así. A cierto nivel, nuestra respuestas son
perecederas, en cierta manera acordes a los acontecimientos.
Al final, quizá nos interesa más la pregunta que la respuesta. Quizá
percibamos que la respuesta es siempre transitoria, volátil y mutante, tal vez
la pregunta, y maldecir/disfrutar/preocuparse buscando la respuesta nos haga estar
en movimiento.
Con nuestro territorio siempre frágil, siempre dispuesto a
desterritorializarse para fijarse otra vez, hasta la próxima vez.
Tal vez haya muchos lugares, bellos, amistosos, en los cuales no encontremos
preguntas que nos atañen, que se dirijan a nosotros, lo que nos hace, una vez
más, ¡ponernos en movimiento!
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