Bienvenida

¡Hola!

Este blog es un lugar, un lugar en movimiento para compartir.

Compartir los viajes, los paisajes, las vivencias, las alegrías, las reflexiones y, por qué no, las penas, que, esperamos, no sean muchas.

¿Por qué territorio? Porque es la tierra que nos aloja y es, también, el aire, el mundo material y simbólico, las ilusiones y herencias que también nos sostienen.

¿Por qué en movimiento? Porque, al movernos, lo cambiaremos y será cambiado. Por el paisaje, la gente, el camino, otros soles, nuevas lluvias; en este desafío de trasladarnos con nuestro territorio a largo plazo, en el tiempo y en el espacio.

¡Suban con nosotros y acompáñennos! ¡Pongámonos en movimiento!

Adriana y Nelson


8 sept 2012

Màncora y Punta Sal, Perú


29 y 30-08-12. Máncora no es lo que imaginábamos.  Hacia el sur los cerros llegan hasta el mar y es imposible pasar más allá. Hacia el norte hay una playa muy pequeña, con fuerte oleaje que, cuando la marea sube, la deja en proporciones casi de broma.



La calle peatonal, llena de negocios llega hasta el mar; a su alrededor muchos restaurants con su personal invitando a cada turista a que pruebe sus menús.




Gente de todas partes del mundo. Parece que hubiera un concurso de tatuajes. Nos da la impresión de que en cualquier momento pasará alguien contando cuántos tenemos.
Muchísimo artesanos, puestos callejeros y, por supuesto, muchísimos argentinos vendiendo comida para poder estar unos días más en Máncora.


A la mañana siguiente encontramos que, hacia el norte, la playa es muchísimo más extensa. Empezamos a caminar pensando que, según nuestra costumbre, iba a ser por horas. A los trescientos metros nos sale al paso un policía, que estaba sentado en una silla. Nos pregunta: “ a dónde van?” respondemos: “a caminar”. Dice: “no pueden ir más allá, los van a asaltar, con armas”. Le agradecemos y abreviamos sensiblemente la caminata.

A la tarde charlamos con gente en el malecón que nos confirma lo peligroso que es esa parte de la playa, para peruanos y extranjeros.


Donde la caminata se abreviò

Màncora a cuatro cuadras del centro


31-08-12. Insistimos con las playas y nos dirigimos a Punta Sal. Para ingresar hay que pasar por una barrera y el agente anota el número de placa, además de preguntar el motivo de la visita.

Diminuto, casi todas las casas dan al mar, las calles están separadas de la playa. Como no vemos información turística, oficina ni personal, preguntamos a una señora propietaria de un comercio dónde podríamos estacionar. Con cara de asco nos dice que preguntemos en la tranquera de vigilancia.

Nos vamos a tomar sol a la playa, a los veinte minutos llega un caballero con camisola bordada, impecablemente blanca y un gran collar trenzado, se presenta como el “teniente gobernador” (¡¿?!) y nos pide que corramos el vehículo. Admitimos que estaba cerca de una ochava, de una casa visiblemente deshabitada.
Nos indica dónde ponerlo y reitera varias veces que si alguien nos dice algo digamos que el “teniente gobernador” nos autorizó. Corremos el auto, comemos y les dejamos Punta Sal a los que les guste esa vida con restricciones, sectorizaciones, encorsetamientos.

Recorremos varias playas hacia el  norte. Las características son semejantes entre ellas (y totalmente opuestas a la que acabamos de dejar): mucha pesca artesanal, casitas pobres hacia la playa, con calles pequeñas como para intentar explorarlas, hasta que llegamos a Puerto Pizarro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario