Decidimos
ir a Chiclayo a ver el Mercado Modelo.
Usamos
el transporte comunitario, colectivos pequeños. Como siempre, toda una
experiencia viajar en esos diminutos colectivitos, en los que casi no entramos
sentados. Ni cabeza ni piernas tienen espacio para nuestra estatura y como, sí
o sí hacen entrar a dieciséis pasajeros, algunos con muchos bultos y otros con
niños a upa, el espacio se reduce notablemente teniendo cada uno que plegarse
sobre sí mismo y abstenerse de querer hacer algún movimiento, siquiera con sus
brazos.
El Mercado es inmenso y abarrotado de cosas, con pasillos sumamente estrechos. Lo más llamativo para nosotros fue la sección del llamado “mercado de brujos”, en que venden elementos como amuletos, tónicos, huesos, víboras disecadas, muñecos de tela negros o rojos, cráneos de animales, cactus San Pedro, sumado a yuyos, velas, sahumerios y demás objetos comunes para acciones rituales.
La
situación no dio como para sacar fotos, ya que ante alguna pregunta las respuestas
eran secas, evasivas y cortantes. El olor y los objetos en sí mismos,
acumuladas por doquier, creaban un clima oscuro e incómodo para nosotros.
Además la mirada de los vendedores era expulsiva hacia estos extranjeros
“blancos”.
Fuimos a
la zona más céntrica y probamos la butifarra de chicharrón. Al regreso cruzando
nuevamente el Mercado, nos avisan que una de las mochilas tiene el cierre
abierto: habían intentado robarnos. Por suerte ese bolsillo, adrede, estaba
vacío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario