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¡Hola!

Este blog es un lugar, un lugar en movimiento para compartir.

Compartir los viajes, los paisajes, las vivencias, las alegrías, las reflexiones y, por qué no, las penas, que, esperamos, no sean muchas.

¿Por qué territorio? Porque es la tierra que nos aloja y es, también, el aire, el mundo material y simbólico, las ilusiones y herencias que también nos sostienen.

¿Por qué en movimiento? Porque, al movernos, lo cambiaremos y será cambiado. Por el paisaje, la gente, el camino, otros soles, nuevas lluvias; en este desafío de trasladarnos con nuestro territorio a largo plazo, en el tiempo y en el espacio.

¡Suban con nosotros y acompáñennos! ¡Pongámonos en movimiento!

Adriana y Nelson


8 sept 2012

Unas horas en Chiclayo



Decidimos ir a Chiclayo a ver el Mercado Modelo.

Usamos el transporte comunitario, colectivos pequeños. Como siempre, toda una experiencia viajar en esos diminutos colectivitos, en los que casi no entramos sentados. Ni cabeza ni piernas tienen espacio para nuestra estatura y como, sí o sí hacen entrar a dieciséis pasajeros, algunos con muchos bultos y otros con niños a upa, el espacio se reduce notablemente teniendo cada uno que plegarse sobre sí mismo y abstenerse de querer hacer algún movimiento, siquiera con sus brazos.


















El Mercado es inmenso y abarrotado de cosas, con pasillos sumamente estrechos. Lo más llamativo para nosotros fue la sección del llamado “mercado de brujos”, en que venden elementos como amuletos, tónicos, huesos, víboras disecadas, muñecos de tela negros o rojos, cráneos de animales, cactus San Pedro, sumado a yuyos, velas, sahumerios y demás objetos comunes para acciones rituales.

La situación no dio como para sacar fotos, ya que ante alguna pregunta las respuestas eran secas, evasivas y cortantes. El olor y los objetos en sí mismos, acumuladas por doquier, creaban un clima oscuro e incómodo para nosotros. Además la mirada de los vendedores era expulsiva hacia estos extranjeros “blancos”.

Fuimos a la zona más céntrica y probamos la butifarra de chicharrón. Al regreso cruzando nuevamente el Mercado, nos avisan que una de las mochilas tiene el cierre abierto: habían intentado robarnos. Por suerte ese bolsillo, adrede, estaba vacío.

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