13-09-12. Dejando Saraguro, recorremos un amplísimo valle en la cordillera de los
Andes, lleno de parcelas de distintos verdes, con granjas, vacas, eucaliptos.
Empezamos a subir hasta llegar a los 3230
msnm.
Se suceden subidas y bajadas. Cuando empezamos a atisbar, más al norte,
hermosas cumbres nevadas, doblamos al oeste y, luego de un hermoso llano,
arribamos a Cuenca.
Como no tenemos los mapas de Ecuador en el GPS volvemos a la
cartelería vial que nos lleva al mismísimo centro de la ciudad.
En informes turísticos nos atienden muy bien, ofrecen folletos y, así, nos
dirigimos al Parque El Paraíso, en cuyo estacionamiento podremos pernoctar.
El parque es bello, bastante amplio, rodeado por dos ríos, hay abundante
vegetación y como todo lo que recorrimos en Ecuador hasta hoy, con variadas
especies de pájaros.
Caminamos por la ciudad, recorremos las calles que bordean uno de sus ríos,
y el Barranco del Tomebamba. Las edificaciones antiguas tienen un encanto muy
particular, miran al río y algunas parecen que van a caer sobre él en cualquier
momento. El rio corre velozmente entre las piedras, hay cuadrillas haciendo arreglos
en las calles y veredas circundantes. Pasamos de largo el sitio arqueológico
Pumapungo, llegamos hasta el estadio de fútbol y volvemos al auto, previo paso
por el supermercado.
Nos proponemos ir a un camping a lavar ropa, bañarnos con comodidad y
comunicarnos con la familia.
Durante más de una hora recorremos calles arriba y abajo hasta que lo
localizamos, nos reciben una pareja de suizos y una de alemanes (éstos
nos comentan que les llevó dos horas encontrar el camping). El dueño del lugar no parece muy
preocupado por esta situación, nos cuenta de su vida y ¡pide que le preguntemos
por la contraseña de wifi a los otros acampantes!
Visitamos con más tranquilidad el centro, el Mercado de las Flores, algunas
iglesias, el Museo de las Culturas Aborígenes, en el que nos impactó la cabeza
reducida, Tzanza, que nos presentaron casi en la mano.
Recorremos librerías y compramos un clásico: “Huasipungo”. También caminamos
por zonas no tan turísticas de la ciudad, lugares de conexión de transporte
público.
Los días permanecían nublados y por la noche refrescaba, entonces decidimos
ir a Guayaquil en nuestro camino a ¡La Costa del Sol!
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