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Este blog es un lugar, un lugar en movimiento para compartir.

Compartir los viajes, los paisajes, las vivencias, las alegrías, las reflexiones y, por qué no, las penas, que, esperamos, no sean muchas.

¿Por qué territorio? Porque es la tierra que nos aloja y es, también, el aire, el mundo material y simbólico, las ilusiones y herencias que también nos sostienen.

¿Por qué en movimiento? Porque, al movernos, lo cambiaremos y será cambiado. Por el paisaje, la gente, el camino, otros soles, nuevas lluvias; en este desafío de trasladarnos con nuestro territorio a largo plazo, en el tiempo y en el espacio.

¡Suban con nosotros y acompáñennos! ¡Pongámonos en movimiento!

Adriana y Nelson


28 sept 2012

Siete días en Saraguro


Lo más llamativo al llegar a este tranquilo pueblo de montaña es observar la vestimenta de sus habitantes, los Saraguro.


Los hombres con sus trenzas largas, sombrero, chaleco y pantalones hasta la pantorrilla (todo de riguroso negro). Los trajes de las mujeres están compuestos por una pollera que puede ser de color pero que luego es tapada por otra falda, “anaco”, de color negro, una blusa, generalmente blanca, saco de lana, preferentemente negro, rebozo negro y sombrero negro y blanco. La predominancia del color negro simboliza el luto por la llegada de los conquistadores españoles. 

Son llamativos los “tendidos”, multicolores tejidos en mullos.
Los aros, collares, pulseras y tendidos, realizados con mullos, son los elementos de color que realzan la femineidad de las mujeres de esta comunidad indígena.


Los habitantes del poblado son muy amables, muy comunicativos y curiosos.
Lo primero que hicimos al llegar a la ciudad fue dirigirnos a la oficina de Informes Turístico. 

Además de las preguntas de rigor, yo quería aprender la técnica de “tejido en mullos”, que es la artesanía que caracteriza a esta comunidad.
El empleado, amablemente me lleva hacia los puestos de venta y me presenta a las artesanas. Les explico mi deseo y me miran dudosas, sin decidirse a aceptarme como alumna. Finalmente la mayor de ellas, Balbina, me dice que sí y me invita a empezar la clase en ese momento, por lo que me acompaña a una tienda para comprar el material.




















A partir de ese día, y por el transcurso de los seis restantes tomé rigurosamente mis clases durante varias horas por día, en la vereda, junto al puesto de artesanía.
Alternativamente Balbina y sus dos hijas: Juanita y Martha me transmitieron sus conocimientos. Por momentos también se sumó María Rosa, la vecina de puesto.
















Esta experiencia fue mucho más que aprender una técnica, me sentí parte de la familia ya que constantemente llegaban al lugar los diferentes miembros, y charlaban afectuosos con esta “gringa” con la cual, dijeron, habían hecho una excepción al aceptarla.

Fue dura la despedida, aunque con muchas esperanzas de volvernos a ver. Ellas desean viajar a la Argentina para relacionarse con grupos originarios de nuestro país, además de poder expandir la venta de sus productos.

El domingo recorrimos la feria y comimos un rico cerdo horneado.

















Muy cerca de Saraguro, se pueden conocer los "Baños del Inca", en el Ecuador.



2 comentarios:

  1. Al regreso, quiero clases particulares del tejido de mullos!!!

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  2. Cuando quieras! Eso sí, hay que tener paciencia para embocar la finísima aguja en cada mullo!!!

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