26-08-12. Dejamos
Lambayeque y partimos hacia Monsefú, atraídos por los comentarios sobre sus
artesanías. Para ello volvemos a acercarnos a la playa, un poco al sur.
Monsefú
es un pueblito muy pequeño, recorremos su feria. Bordados, cestería, objetos en
madera y cerámica son las principales producciones del lugar.
Encontramos
en un puesto a Cristian, peruano que, nos cuenta, vivió varios años en
Argentina, en La Plata, y trabajaba en Buenos Aires, en el Once, Pueyrredón y
Perón.
Charlamos sobre Argentina y dice: “Yo estoy muy agradecido… allí
trabajé, pude juntar plata y me volví a mi lugar porque el clima afectaba a mi
hijito, allá lo atendían bien en los hospitales pero igual el invierno era muy
frío.” Aquí puso su propio negocio, luego ha viajado varias veces a Argentina,
en avión (transporte que conoció, según dijo, gracias a su trabajo allá) a
visitar parientes en Mendoza y Córdoba, por ejemplo.
Continuando
la conversación aparece el tema de la economía Argentina y comenta que su
hermana, que estudia y trabaja en Argentina, ahora tiene dificultades para
comprar dólares y enviarlos a Perú.
Luego de
regatear el precio, de rigor en las ferias, acordamos comprar ocho platitos de
cerámica. Los envuelve con papel y nylon, semi trapado por la gran cantidad de
mercadería que había en el pequeño local, pagamos y nos vamos.
Nos
dirigimos a Pimentel, un pueblito costero que se encuentra muy cerca de
Monsefú, pero sobre la costa. Caminamos por la playa, aunque está bastante frío
y, cuando vamos a acomodar los platitos ¡encontramos que nos dieron siete en
vez de ocho! ¿Un error?
A la
mañana siguiente volvemos a Monsefú, y esperamos a Cristian a que abra su
negocio. Cuando llega, visiblemente sorprendido de vernos, le comentamos lo
sucedido y nos entrega, sin mediar comentario alguno, el platito restante….
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