07-05-12. Salimos más temprano que nunca, a las 8.30
hs, preguntándonos si llegaríamos a Florianópolis en el día. Pregunta irónica
ya que estábamos a tan solo unos 160 kms. pero la realidad es que nos detuvimos
y bifurcamos tanto en estos días, que parecía seguir alejándose cada vez más, aunque
si aparecía algo interesante…
A la hora y pico de andar nos detenemos en
una banquina con tan mala suerte que el lugar estaba con barro muy blando en el
que se encajaron las dos ruedas laterales de la derecha del vehículo. El
desnivel con el asfalto de la ruta era importante, por lo que la casita quedó
bastante inclinada.
Inútil es explicar todo lo que intentamos
hacer para sacarla de allí, cada vez que arrancábamos se hundía más, en el mismo
lugar o un poco más allá. Tacos de madera, ramas secas y verdes, pastos, yuyos,
piedritas, algunas hojas de diario que traíamos y algunas botellas de plástico
encontradas resultaron insuficientes.
Una breve discusión, con resultado abierto,
hizo que uno siguiera intentando lo mismo y el otro se preguntara: ¿por qué no
pedir ayuda?
Al tratar de parar algún vehículo que nos
pudiera sacar, sucedió lo esperable: sólo un camioncito pasó y no se detuvo.
Pocos minutos después un típico hijo de
inmigrante alemán (que en la zona hay muchos), paró en su Gol y preguntó qué
pasaba. Tratamos de explicarle y se ofreció a llevar a uno de nosotros a buscar
ayuda. Subí y nos dirigimos a pocos kms. donde entramos a un pequeño
establecimiento en el cual estaban trabajando con hojas de tabaco.
Anderson (después le pregunté el nombre)
habló con un grupo de gente mientras éstos continuaban su tarea, uno ellos de
tanto en tanto me miraba de soslayo. Se dirigió luego al otro grupo de personas
y empezó a hablarles también muy tranquilamente, pensé que las posibilidades de
ayuda se desvanecían. En nuestra conversación en el coche creí entender que
conocía a las personas pero tal vez creí mal.
En este segundo grupo había dos
personas manipulando las hojas de tabaco
y otra, parada dentro de lo que parecía una pequeña heladera en desuso, las
pisaba. Cuando, unos minutos después, oí el ruido a tractor
viniendo detrás de mí respiré aliviado.
Cuando llegamos Adriana ya había preparado
las cosas para remolcar el vehículo.
Sacar el furgón con el tractor duró 30
segundos, les agradecimos tratando de que entendiesen todo lo que valoramos su
ayuda.
Tendrán que contentarse y confiar en
nuestras palabras porque, con los nervios del momento, no nos dimos cuenta de
registrar el hecho.
Llegando a Floripa, como algunos le dicen,
el tránsito es endemoniado, el GPS estuvo fantástico. Previo paso por Informes
Turísticos, nos alojamos en un camping en el “Sul” de la isla, llamado Armaçao.
Alejandro, el rosarino dueño del camping,
mostró el estilo de vida que lleva aquí desde hace doce años. (WTF!)
Noche muy agradable, iluminada por la luna
llena, ya caminamos por la playa y mañana seguiremos descubriendo el lugar.
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