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¡Hola!

Este blog es un lugar, un lugar en movimiento para compartir.

Compartir los viajes, los paisajes, las vivencias, las alegrías, las reflexiones y, por qué no, las penas, que, esperamos, no sean muchas.

¿Por qué territorio? Porque es la tierra que nos aloja y es, también, el aire, el mundo material y simbólico, las ilusiones y herencias que también nos sostienen.

¿Por qué en movimiento? Porque, al movernos, lo cambiaremos y será cambiado. Por el paisaje, la gente, el camino, otros soles, nuevas lluvias; en este desafío de trasladarnos con nuestro territorio a largo plazo, en el tiempo y en el espacio.

¡Suban con nosotros y acompáñennos! ¡Pongámonos en movimiento!

Adriana y Nelson


17 ene 2013

Girón y Bucaramanga


19 a 21-12-12. Girón es una ciudad colonial, declarada Patrimonio Nacional. Nos encantó! Incluso con sus percusionistas avant gardé que tienen autorización para experimentar con las campanas de la Basílica Menor.



Un policía de turismo nos invitó a visitar la Casa de la Cultura (casa colonial), donde nos hizo entrega de un Pasaporte Turístico, precedido por un bonito discurso formal de bienvenida y pidiéndonos nuestro compromiso para cuidar y respetar los lugares que conoceríamos. Se trata de una libreta con formato de pasaporte, que consta de información sobre la ciudad y su patrimonio; también nos obsequió planos y mapas de Santander.

Vamos caminando hasta el malecón para ver de pernoctar allí, pero esta posibilidad se desvanece al enterarnos de que a un adolescente le acababan de robar su cámara de fotos. Miradas y comentarios de los vecinos nos disuaden. ¡Además robo de una cámara! (objeto sensible para nosotros)

Picada "livianita" en el malecón.



Para tranquilidad nos decidimos a pernoctar en un parqueadero; en él nos permiten dormir en la casita. A falta de otra infraestructura para casas rodantes, encontramos que es habitual que accedan a que pernoctemos en estos lugares. El mismo se encuentra a tres cuadras del centro de la ciudad.

Concurrimos varias veces al Parque Principal (con mate o tereré). Frente al mismo se encuentra la Basílica Menor. Nos llamó la atención, hasta llegar a molestarnos, la música a todo volumen que salía de los parlantes exteriores de la iglesia, con cantos navideños entonados por niños, al mismo tiempo que hacían sonar sus ocho campanas, sin aparente melodía, más las alarmas de los autos. En conjunto se producía un ruido ensordecedor que crispaba los nervios y no nos permitía conversar. Nosotros estamos habituados al silencio de la Patagonia, con mucha extensión de terreno y poca cantidad de habitantes.


Escena en el Parque Principal.
Caminamos el centro en todas direcciones, disfrutando sus casas encaladas, las antiguas tejas y sus puertas y ventanas de madera. Pudimos entrever en muchas los pesebres que arman, de un tamaño tal que algunos ocupan hasta la mitad de la sala.



La iluminación navideña del Parque es representativa del lugar, hay hormigas culonas (plato típico de Santander, que se remonta a la época del pueblo muisca) construidas en grandes tamaños vestidas de luz.



La noche fue ajetreada, con ruidos de autos moviéndose en el parqueadero, las campanadas y altoparlantes con la voz del sacerdote dando misa a las 4.00 AM. Posteriormente nos enteramos que es costumbre en esta zona que, durante nueve días consecutivos, la gente concurre a misa a esa hora.

Al día siguiente fuimos en bus a Bucaramanga, 40 minutos de viaje.
“Buca” nos resultó, después de una noche de dormir mal, excesivamente ruidosa en su centro comercial. Negocios y puestos en la calle estimulan al cliente, a viva voz o con micrófonos y parlantes, a comprar sus mercancías, con animadores que realizan exclusivamente esa función, y compiten entre sí, uno al lado del otro, para saber quién ingresa más gente a su local.

Compramos  cosas que necesitábamos y, en una librería que nos hizo acordar a algunas de la calle Corrientes en Buenos Aires, dos títulos de autores que estábamos buscando.
Almorzamos pollo asado a la manera de aquí, es decir, usando guantes plásticos para poder comerlo con las manos sin ensuciarse. Al  principio con cierta aprehensión, descubrimos que es realmente práctico.

Visitamos el Museo Casa Bolívar, donde el Libertador vivió dos meses estando de paso hacia Cartagena. La mansión colonial es muy bella pero hacía tiempo que no veíamos un museo tan sucio. Tierra encima de algunas vitrinas, óxido caído dentro de otras, lo que muestra que la descomposición de los metales no es algo que preocupe mucho a la gente del Instituto de Historia. Poca luz en algunas salas y una ¡a oscuras!

Vista lateral del Museo.
Se paga $2.000 para ingresar, no dan ticket ni explicación verbal o escrita. Un auxiliar de Policía, muy amablemente, ofició de espontáneo guía y nos obsequió un ejemplar de “Estudio”, un muy interesante libro de la Academia de Historia de Santander.

José Galán, héroe comunero.

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