19 a 21-12-12. Girón es una
ciudad colonial, declarada Patrimonio Nacional. Nos encantó! Incluso con sus
percusionistas avant gardé que tienen autorización para experimentar con las
campanas de la Basílica Menor.
Un policía de turismo nos invitó
a visitar la Casa de la Cultura (casa colonial), donde nos hizo entrega de un
Pasaporte Turístico, precedido por un bonito discurso formal de bienvenida y
pidiéndonos nuestro compromiso para cuidar y respetar los lugares que conoceríamos.
Se trata de una libreta con formato de pasaporte, que consta de información
sobre la ciudad y su patrimonio; también nos obsequió planos y mapas de
Santander.
Vamos caminando hasta el
malecón para ver de pernoctar allí, pero esta posibilidad se desvanece al
enterarnos de que a un adolescente le acababan de robar su cámara de fotos. Miradas
y comentarios de los vecinos nos disuaden. ¡Además robo de una cámara! (objeto
sensible para nosotros)
Picada "livianita" en el malecón. |
Concurrimos varias veces al
Parque Principal (con mate o tereré). Frente al mismo se encuentra la Basílica
Menor. Nos llamó la atención, hasta llegar a molestarnos, la música a todo
volumen que salía de los parlantes exteriores de la iglesia, con cantos
navideños entonados por niños, al mismo tiempo que hacían sonar sus ocho
campanas, sin aparente melodía, más las alarmas de los autos. En conjunto se
producía un ruido ensordecedor que crispaba los nervios y no nos permitía
conversar. Nosotros estamos habituados al silencio de la Patagonia, con mucha
extensión de terreno y poca cantidad de habitantes.
Escena en el Parque Principal. |
Caminamos el centro en todas
direcciones, disfrutando sus casas encaladas, las antiguas tejas y sus puertas
y ventanas de madera. Pudimos entrever en muchas los pesebres que arman, de un
tamaño tal que algunos ocupan hasta la mitad de la sala.
La iluminación navideña del
Parque es representativa del lugar, hay hormigas culonas (plato típico de
Santander, que se remonta a la época del pueblo muisca) construidas en grandes
tamaños vestidas de luz.
La noche fue ajetreada, con
ruidos de autos moviéndose en el parqueadero, las campanadas y altoparlantes
con la voz del sacerdote dando misa a las 4.00 AM. Posteriormente nos enteramos
que es costumbre en esta zona que, durante nueve días consecutivos, la gente
concurre a misa a esa hora.
Al día siguiente fuimos en
bus a Bucaramanga, 40 minutos de viaje.
“Buca” nos resultó, después
de una noche de dormir mal, excesivamente ruidosa en su centro comercial.
Negocios y puestos en la calle estimulan al cliente, a viva voz o con
micrófonos y parlantes, a comprar sus mercancías, con animadores que realizan
exclusivamente esa función, y compiten entre sí, uno al lado del otro, para saber
quién ingresa más gente a su local.
Compramos cosas que necesitábamos y, en una librería
que nos hizo acordar a algunas de la calle Corrientes en Buenos Aires, dos
títulos de autores que estábamos buscando.
Almorzamos pollo asado a la
manera de aquí, es decir, usando guantes plásticos para poder comerlo con las
manos sin ensuciarse. Al principio con
cierta aprehensión, descubrimos que es realmente práctico.
Visitamos el Museo Casa
Bolívar, donde el Libertador vivió dos meses estando de paso hacia Cartagena.
La mansión colonial es muy bella pero hacía tiempo que no veíamos un museo tan
sucio. Tierra encima de algunas vitrinas, óxido caído dentro de otras, lo que
muestra que la descomposición de los metales no es algo que preocupe mucho a la
gente del Instituto de Historia. Poca luz en algunas salas y una ¡a oscuras!
Vista lateral del Museo. |
Se paga $2.000 para ingresar,
no dan ticket ni explicación verbal o escrita. Un auxiliar de Policía, muy
amablemente, ofició de espontáneo guía y nos obsequió un ejemplar de “Estudio”, un muy interesante libro de la Academia de Historia de Santander.
José Galán, héroe comunero. |
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