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¡Hola!

Este blog es un lugar, un lugar en movimiento para compartir.

Compartir los viajes, los paisajes, las vivencias, las alegrías, las reflexiones y, por qué no, las penas, que, esperamos, no sean muchas.

¿Por qué territorio? Porque es la tierra que nos aloja y es, también, el aire, el mundo material y simbólico, las ilusiones y herencias que también nos sostienen.

¿Por qué en movimiento? Porque, al movernos, lo cambiaremos y será cambiado. Por el paisaje, la gente, el camino, otros soles, nuevas lluvias; en este desafío de trasladarnos con nuestro territorio a largo plazo, en el tiempo y en el espacio.

¡Suban con nosotros y acompáñennos! ¡Pongámonos en movimiento!

Adriana y Nelson


26 dic 2012

Hacia Cartagena


Salimos con cierta dificultad de Medellín, hacia el norte (mal señalizado el camino y el GPS quería que atravesáramos un parque). Ascendemos hasta los 2778 msnm en los Llanos de Cuibá, el pésimo estado de las rutas son inversamente proporcional al precio de los peajes, en los que uno se siente estafado al pagar.

Hay numerosos retenes militares donde los soldados armados, casetas camufladas y camiones blindados  se escalonan a lo largo de la carretera.

En Santa Rosa de los Osos almorzamos mate y almojábanas.

Foto tomada en movimiento.
Dormimos en Tarazá, metros antes de una estación de peaje, ¡por supuesto!

Nos detenemos varias veces en el camino. En Caucasia, localidad a orillas del Río Cauca, paramos a caminar un poco. Averiguamos por los atractivos turísticos del lugar pero: parece que no hay.

En Planeta Rica, ¡nombre extraño para una ciudad!, almorzamos sopa, arroz y pollo frito por $6.000 c/u.

Antes de Sahagún nos detenemos a hacer noche en una amplia estación de servicio que no estaba en funcionamiento, de todos modos al día siguiente aparece el “cuidador” (que no vimos en toda la noche) y hay que dejarle unos pesos.

Pasamos por varios pueblos que exhiben llamativos puestos a lo largo de la ruta: sombreros puntiagudos, carteras, bolsos, hamacas y objetos trabajados en madera con brillantes colores.



















En Sampués compramos un tucán (en madera) que quedó bautizado con el nombre del pueblo.

Sampués y su familia antes de acompañarnos en el viaje.

El paisaje fue cambiando notablemente. Las casitas a los lados de la carretera con muchas flores de colores, los plátanos, las palmeras, y el lento transitar de su gente de piel bien oscura recuerdan las descripciones de Gabriel García Márquez y de otros autores que relatan escenas de aldeas tropicales. El calor enlentece el transcurrir de sus vidas.


Entre peaje y peaje llegamos a Cartagena.

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