En esta entrada
carecemos de fotos, ya que días después en Cartagena nos robaron una de las
cámaras, donde se encontraba el registro.
16 y 17-11-12. Paramos en un
camping en la cercanía de Salento. Vamos caminando al pueblito, nos encanta.
Muy pintoresco, con típicas y coloridas viviendas paisa, con una callecita muy
comercial, donde circulamos los extranjeros y los locales entre negocios de artesanías
y bares. El parque principal está rodeado de restaurants, hoteles, una
excelente heladería y construcciones antiguas, o que simulan serlo.
Se encuentra rodeado de selva
y haciendas de café.
En esta época llueve mucho;
abandonamos el camping y nos dirigimos a la Finca El Ocaso para conocer el
proceso de producción en el cafetal.
El camino se encuentra
bastante mal señalizado y, de a poco, comienza a angostarse, por tramos es de
tierra, por tramos solo posee dos huellas en material. Preguntamos varias veces
como llegar.
Estando a pocos metros de la
finca tratamos de subir una cuesta y la Blanquita se para en el ascenso. Dejo
que baje, hacemos marcha atrás, para subir con más envión pero debemos ir
doblando para mantenernos en la parte de cemento de la calzada, además es
curva, salimos de la huella y nos encajamos, ¡sí otra vez! Ya que el césped se
encontraba empapado con toda la lluvia caída. Cuando tratamos de salir, el auto
patina y se incrusta entre dos ramas de un árbol!!!!!.
desesperación y maldiciones varias, me dirijo a la finca a buscar ayuda.
No hay ningún vehículo en la
misma pero está Marcos, el capataz, quien se acerca y nos da instrucciones
sobre cómo sacar el vehículo. Llama a dos sobrinos que van a buscar restos de
asfalto a unos 200 mts, los niños hacen varios viajes con la carretilla llena
de ese material, él se trepa al árbol y con su machete corta dos ramas del
mismo. De forma increíble el armazón del toldo del vehículo estaba entre dos
ramas, era imposible tratar de salir hacia adelante o atrás sin romper una rama
o que ésta rompa el toldo. Luego tuvimos que desarmar parte de la estructura del
toldo para desengancharlo.
Se acercan varios vecinos. Empujando,
poniendo suplementos en el barro, acomodando ramas y “cascajo” la Blanquita
sale marcha atrás. La llevamos así unos doscientos metros (con curvas y
subidas) hasta la calle principal. Aunque no tenemos ganas (llevamos casi dos
horas luchando), Marcos nos convence de que hagamos la visita.
En la finca nos convidan un
excelente jugo de panela y mandarina (recién cosechada), hacemos la visita,
guiados por Marcos, y de despedida un exquisito tinto orgánico, como todo el
que se produce aquí. Además nos regalan dos clases de plátanos, ambas para
cocinar (llamados “verdes” y “maduros”).
Aprendimos las distintas
etapas en la producción de café, desde su siembra hasta su cosecha, y luego el
secado de las pepas, incluyendo los dos trasplantes que se le hacen a la planta
antes de que comience a producir.
Nuestro plan inicial era ir
al Valle de Cocora a ver las famosas palmas de cera, árbol nacional de Colombia
pero Marcos nos dice que a esta hora debe estar todo nublado, que habría que ir
mañana.
Le agradecemos profundamente,
si no hubiera sido por él aún estaríamos encajados allí.
Elegimos seguir a Medellín,
ya que el 26 nuestros familiares llegan a Cartagena y hay unos cuantos
kilómetros hasta allá.
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