11 a 13-06-12. En andanzas por la red
habíamos visto los “títulos” de Belo Horizonte: “una de las mejores ciudades para
vivir en Brasil”, “ciudad moderna y pujante…con historia y futuro…clima ideal,
con sierras y río”.
La ciudad es bella, el tránsito, a pesar de
sus más de dos millones de habitantes, ordenado y calmo. Ejemplo: tuvimos que detenernos
cerca de cuarenta minutos en una importante avenida, donde había un cartel de
Prohibido Estacionar y, a pesar de que varios autos se pusieron atrás de
nuestro vehículo y luego debieron salir, no se oyó ni un bocinazo ni ninguna
frase popular que hubiera sido de rigor en otras latitudes…Todo en una
conjunción de avenidas anchas y callecitas angostas que suben y bajan de manera
constante, para trajín de los autos, motos
y colectivos, que transitan en primera, segunda, tercera, nuevamente
primera y vuelven a empezar, adaptándose al paisaje.
La ciudad se extiende a lo largo y ancho
enmarcada por sierras, y atrás de la sierra más ciudad y así una y otra vez.
Modernas edificaciones que incluyen obras de Niemeyer.
Fieles a nuestros principios, no pudimos
dejar pasar una muestra de Caravaggio y otra de de Chirico, gratis, que nos
impactaron, cada una con sus particularidades.
Estacionamos para pernoctar en una zona top
de la ciudad, guiados por el verde que aparecía en el G.P.S. Sólo “perturbados”
por la gran cantidad de gente que, desde las 7.00 AM salían a caminar y/o
correr por la senda ya diseñada para tal fin, y los muy numerosos “autos
escola” que practicaban en las inmediaciones.
Entre quienes realizaban deportes, muchos
nos saludaban muy amablemente, así conocimos a Ulysses, quien nos habló muy
bien del Mato Grosso y nos dio valiosos consejos para recorrer esa zona, y
también a Adson, quien se presentó como “motorhomista” y nos invitó a su casa,
donde nos recomendó un recorrido por ¡¡¡las costas brasileras!!! ¡¡¡ Si no
sabíamos para dónde seguir, la cosa seguía empardada!!
La imagen verde que apareció en el GPS,
pertenecía al Parque Das Mangabeiras, en el que pudimos recorrer varios de sus
senderos. Sólo alcanzamos a ver un mono y una docena de coatíes ya demasiado
acostumbrados al contacto humano.