Con la intención de recorrer
algunas de las playas brasileñas, partimos a las 7, 40 hs con la infaltable
lluvia de esta época.
Llegamos a Praia da Pipa a
eso de las 9 hs. Nos encontramos con un muy pintoresco y turístico poblado que,
a esa hora y con el clima lluvioso, no presentaba mucha acción.
De calles empedradas,
angostas e inclinadas, por llegar el morro casi hasta el mar, los interesantes
negocios se concentran en unas pocas cuadras imponiéndole al lugar un tinte
particular por los productos originales que se exponen en ellos: ropa, bijou, y
objetos de decoración de diseño y elaborados artesanalmente.
Bajamos a la costa donde los
bares comenzaban a abrir acomodando sus mesas sobre la arena y los surfistas
aprovechaban las olas, pero un fuerte aguacero nos hizo volver.
Por sus características no
nos pareció que era lo que necesitábamos para permanecer unos días, así que
decidimos continuar.
Las distintas playas que
aparecen en el mapa no son fácilmente accesibles ya que están separadas unas de
otras por morros, lo que hace que constantemente tengamos que salir a la ruta
principal y recorrer varios kilómetros hasta volver a entrar.
Llegamos a Joao Pessoa,
parando en Ponta do Seixas, el extremo más oriental de América.
Visitamos el camping del
lugar pero la lluvia nos disuadió de quedarnos allí. Fuimos hasta la Estación
Cabo Branco, a 4 kilómetros, una obra arquitectónica de Oscar Niemeyer en la
que funciona un Centro Cultural y de exposiciones. Por ser lunes, estaba
cerrado.
Por la casi permanente lluvia
nos concentramos en actividades en el interior de la casita, sobre todo lectura
en portugués y en castellano. Habíamos comprado el libro Dom Casmurro de
Machado de Assis que es un clásico para estudiar el idioma.
Por la noche, estacionamos en
la Avenida Costanera donde la policía de tránsito nos permitió permanecer para
dormir. ¡Lugar privilegiado en el malecón!
Caminamos un buen rato por su
hermosa explanada, viendo el mar y las olas romper contra los paredones en
algunos sectores. La gente haciendo deportes o caminando enérgicamente le dan a
la ciudad un aire de energía, plenitud y salud.
Al día siguiente, como lo
habíamos planeado, nos fuimos en “onibus” al Centro Histórico donde paseamos
por sus calles y pudimos observar algunos edificios coloniales muy restaurados
y otros mostrando aún su deterioro por el paso del tiempo. También visitamos
varias “Igrejas” (iglesias).
Después de almorzar,
avanzamos hasta Da Lagoa, en el centro de la ciudad moderna, donde comercios y
líneas de colectivos se reúnen en un espacio parecido al Once Porteño.
Compramos música local de
distintos estilos: Forro da Serra, Reggae y Música Popular Brasilera.
Ya bastante cansados,
regresamos a la costa donde tomamos tereré bajo una de las muchas higueras (distintas
a las que hay en Argentina), frente al mar.
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