Después de cenar
decidimos disfrutar de la movida nocturna de “la capital brasilera del reggae”,
como llaman a esta ciudad.
Nos sentamos en
una de las mesas de la calle del Bar Canto da Cultura, a tomar unas cervezas
escuchando excelente música en vivo. ¡Pasamos momentos muy relajados y
enriquecedores!
Luego recorrimos
las calles del lugar, atestadas de gente de distintas etnias, culturas y
estilos. En medio de la oscuridad propia de estos espacios, nos pareció
distinguir cierta sectorización de los grupos de acuerdo a sus gustos y elecciones.
A nosotros nos
asombró la actuación de la policía con su permanente presencia en distintos
medios de movilidad: parados en grupos en las veredas, recorriendo las calles
en autos, jeeps y camionetas, desde el sector aéreo el constante ruido del helicóptero
con su reflector iluminado a la gente y, lo que nos pareció ya demasiado, ¡hasta
montados a caballo pasando tranquilamente entre las mesas de los bares, sobre
las calles adoquinadas!
Igual fue como si
nadie se percatara de su presencia, eran parte de todo este transcurrir de
idiosincrasias variadas y pintorescas.
Una vez más nos
fuimos a dormir con el disfrute de otra faceta de la riquísima cultura
brasilera.
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