El 1ro de Mayo nos despedimos
de Joao Pessoa, hermosa ciudad, observando una vez más los altos y nuevos edificios
mientras avanzamos por la Avenida Panorámica rumbo a Jacumá.
A las 8,40 hs los amables y
sonrientes jóvenes de los bares nos invitaban a acomodarnos para pasar el día
bajo las sombrillas, mesas y sillas que estaban disponiendo sobre la arena mientras
las olas que iban y venían mojaban el conjunto. La playa se reduce casi a cero
cuando la marea está alta.
Continuamos hasta Tambaré,
pero tampoco nos quedamos allí, ni visitamos su playa nudista. ¡No era lo que
estábamos necesitando a esta altura del viaje!
En busca de un lugar
tranquilo y amplio donde pasar varios días para descansar y ponernos al día con
actividades que necesitan del sedentarismo, decidimos ir a Ilha de Itamaracá.
Nuevamente nos encontramos
con una realidad diferente a la esperada. Sus playas son muy agradables, pero
no hay espacio para acampar, solo la posibilidad de estacionar en alguna calle
angosta, con el movimiento propio de un lugar público. A último momento, conseguimos
parar para dormir en el estacionamiento de la policía, al lado de la avenida
principal.
Sin el descanso apropiado el
ánimo se torna vulnerable e irascible.
La noche, acompañada de algún
mosquito que los aerosoles y espirales no supieron detener, se hizo corta. A
las 6,00 hs estábamos dirigiéndonos a Forte Orange. Un lugar agradable donde
desayunamos bajo la sombra de inmensos árboles de un estacionamiento, en que
bares multicolores rodean la costa de un canal con playas de arena finísima y
blanca.
El fuerte estaba cerrado por
reparaciones, pero lo recorrimos exteriormente en todo su contorno, mojándonos
con las olas al pasar por el extremo en que una de sus cinco puntas se interna
en el mar.
Esperamos hasta las 9,00 hs hs y fuimos a visitar el Ecoparque Peixe Boi.
Pudimos observar a estos inmensos y amigables mamíferos en el agua, y conocer
sobre su vida y el riesgo que corre esta especie, a través de este “ Projeto”
que se propone protegerlos.
Pasamos una agradable tarde, caminando y leyendo en la playa.
Esfuerzos por pasarla bien. |
Ante la dificultad de hallar un buen lugar
para dormir decidimos acercarnos a Olinda (nuestro próximo destino), a sólo 36
km, confiando en encontrar una estación de servicio.
Grave error, no encontramos
estación de servicio cerca y, a medida que nos acercábamos a la ciudad, el
tránsito se hacía más y más denso. Cuando aparecían estaciones, eran pequeñas y
nos recomendaban seguir unos km más para buscar otra. En un momento, empezamos
a desandar el camino hasta que llegamos a una un poco más grande, atestada de
autos, donde nos permitieron parar, ¡dos horas después de haber salido!.
Estacionamos entre otros
vehículos de modo tal que , para salir de la casita, teníamos que hacerlo por
el portón trasero (saltando por arriba de la cama). Al rato nos avisan que
cierran a la noche y no se pueden hacer responsables de nuestra seguridad, de todas
maneras iba a haber un “vigia” (guardia). Nos quedamos.
Hubo con ruidos toda la
noche, voces, transeúntes. También tuvimos que lidiar con mosquitos, el calor
pegajoso y hasta una pequeña cucaracha que entró y se metió en un armario. El
proceso fumigatorio nos dejó más asfixiados que antes.
El cadáver no apareció y
nosotros perdimos el descanso logrado en el día…
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