17-04-13. Nos
alertaron varias veces en el barco sobre lo peligrosa que está actualmente esta
ciudad. No sabemos si exageraban pero decían que es “la ciudad más peligrosa
del mundo”.
De todos modos, no queríamos perder la oportunidad de echar un
vistazo a este punto lejano que aparece en los mapas de América, en la
desembocadura del inmenso Amazonas, que habíamos navegado.
Desde donde
desembarcamos, nos dirigimos al centro histórico por una calle que discurría
paralela al río. Está muy rota, con muchísima suciedad a sus lados, viviendas
muy humildes de madera, charcos con aguas fétidas, y lo que parecen pequeños
riachos que van a desembocar al gran río, por debajo y al costado de las
viviendas. Fuerte olor a pescado y más suciedad.
Ya más cerca del centro
aparecen barrios con anchas calles, casas residenciales de tamaño importante,
mucha vegetación cuidada.
Hace muchísimo
calor y hay muchísima humedad.
Damos varias
vueltas antes de poder estacionar, lo hacemos en un área poco habitada a unas
diez cuadras de la catedral.
Caminamos y
conocemos plazas, el Museo del Fuerte do Prosepio, que alberga una muestra muy
interesante de cerámica precolombina, el fuerte no puede ser visitado ya que
llueve y la mayoría de la guiada es por los patios.
El famoso Mercado
Ver-O-Peso está en refacciones, así como el Mercado do Ferro, entramos a lo que
se puede visitar y degustamos el famoso açaí. En el barco, también nos habían recomendado
que lo probásemos aquí donde lo preparan “muito gostoso”. Es exquisito,
bastante suave con un dejo a ciruela y, comentan, muy energético.
El nombre del
mercado proviene de la época colonial, donde los portugueses comprobaban el
peso, para cobrar los impuestos.
Caminamos entre
los comercios callejeros y vemos que también aquí la selva no se ha resignado a
ser desplazada y quiere recuperar sus dominios. En cada casa abandonada o no mantenida
aparecen plantas y hasta árboles haciendo fuerza entre las piedras y maderas de
la construcción. Esto le da a la ciudad, al menos a esta parte, un aire de
suave decadencia tropical que contrasta con la vitalidad del tránsito y el
comercio.
Fundada en 1.616, Belém
tuvo varios períodos de opulencia, en sus dos primeros siglos de existencia,
“gracias” a la explotación de las riquezas del Amazonas a través del trabajo de
los esclavos, luego con el boom del caucho, a partir de 1870 y, últimamente al
poseer uno de los puertos más importantes del Brasil.
Ante una pequeña
plaza, encontramos una magnífica iglesia con el frente notoriamente convexo. Por
la cantidad de cables, autos, motos y transeúntes es imposible tomar una buena
foto, habría que venir en otro horario, otro día, en el próximo viaje.
Encontramos el vehículo
tal como lo dejamos y enfilamos a Sao Luis, lo que implica entrar varios
kilómetros al este, alejándonos de nuestro derrotero al sur pero esa ciudad,
fundada por franceses, nos incita a visitarla y, mínimamente, a conocer algunos
de sus secretos.
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