El paisaje se fue
tornando cada vez más seco, con plantas ocres acompañadas de basura por cientos
de kilómetros a los costados de la ruta.
Pareciera que
aquí, en Venezuela, tienen un grave problema con la recolección de residuos,
además de con los hábitos en relación a los desechos. Por tramos se encontraban
montones de basura, incluso en bolsas como si los hubiera tirado allí el camión
recolector. Al tratarse de un camino de montaña, estos se esparcían hacia el
borde de la ruta, oprimidos por el macizo del cerro.
Como el agua
realmente escasea en esta región, no pudimos cargar agua en la casita. A las
estaciones de servicio se la llevan en camiones cisterna, al igual que a las
casas particulares que presentan sus enormes tanques azules al frente de las
mismas.
El camino estaba
en tan malas condiciones que decidimos parar antes de lo pensado en Churuguará,
donde un grupo de niños nos recibió alegremente preguntándonos si éramos
“Cazadores de tesoros” o de algún programa para History Channel. ¡Nos sentimos
muy acompañados por estos curiosos chicos que estuvieron pendientes de todos
nuestros movimientos hasta que nos fuimos a dormir!
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