Adícora nos
sorprende por lo marrón de sus aguas. Está lleno de jóvenes que practican
kitesurf; aguas color marrón oscuro, viento constante y un intenso calor hacen
que nos refugiemos bajo los únicos árboles que encontramos cerca de la costa.
Más tarde se nos
ocurre caminar por el pueblecito y ¡sorpresa! arribamos a la otra playa del
pueblo, que mira al oeste. Está llena de gente, muchísimos nadando en las
claras aguas del Caribe, ventas de artesanía, comida y mucha cerveza completan
la postal.
Esa noche dormimos
en la plaza central del pueblo, frente al puesto policial; el agente al
enterarse que somos argentinos nos recibe muy atentamente y charlamos un largo rato
en la vereda, cerca de las estrellas y del rumor del mar.
Al día siguiente
conocimos dos salitrales que hay en la península.
Avistamos varias
especies de aves y quisimos conocer más para lo cual fuimos a la Reserva
Biológica de Montecano que se halla en el centro de la península.
Lamentablemente cuando llegamos a las modernas instalaciones, estaba todo
cerrado sin carteles informativos al respecto. Sólo encontramos unas cabras
procurándose su comida.
También aquí la
naturaleza está intervenida por el hombre.
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