25-04-12. Después de estar intentando salir de la
ciudad de Mendoza buscando la salida hacia San Juan, logramos encontrar la ruta
40 y así avanzar hacia el nuevo destino.
Ni el piloto, ni la copiloto con los mapas,
ni Paulina, desde el GPS, logramos encontrar la salida de manera directa.
Cuando nos dimos cuenta de los caminos que nos estaba haciendo tomar el GPS lo
cambiamos de modo trayecto más corto a trayecto más ágil.
No es la primera vez nos que pasa esto. Aunque
sin GPS, en otras ocasiones también terminamos conociendo lugares que
habitualmente los turistas no recorren, esto no nos molesta, no rechazamos este
conocimiento de lugares utilizados por la gente en su vida diaria, pero en ésta
oportunidad estábamos ansiosos y acomodándonos a la idea de cruzar el territorio
argentino de oeste a este para salir por Brasil sin tantos rodeos.
Llama la atención el contraste si
ingresamos a la ciudad de Mendoza por el sur o por el norte. Saliendo hacia el
norte, la pobreza de la tierra y de las tristes taperas es conmovedora. Cabras
flacas al costado del camino.
Como si esto fuera poco, más adelante en cuatro o cinco tramos la ruta
nacional 40 advierte que tengamos cuidado con la altura del agua antes de
continuar transitando, ¿del agua? El asfalto se transforma en largos badenes
con postes a los lados que señalizan la altura del agua, ¿del agua?, ¿qué agua
en esta aridez? Para aumentar la perplejidad no se ven ríos ni montañas cerca.
Antes, los bajos árboles coloreados con el
rojizo de la tierra, nos dicen que aquí sabe haber viento y no llueve mucho. O
si lo hace, lo hace puntualmente y con incomprensible fuerza.
Como aprovechándose de su potencia, la
montaña se esconde a la izquierda, allá, muy lejos.
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