En la Catedral, con su techo vidriado de
varios colores, somos recibidos por tres ángeles que flotan en el aire, se
trata de tres esculturas de tamaños diversos que cuelgan del techo en el centro
de la edificación, creando una sensación de majestuosidad etérea.
También se encuentra una réplica
micromilimétricamente igual a La Pietá de Miguel Angel, bendecida por el papa
Juan Pablo II, quien dio la autorización para que se efectúe la misma. Esta
escultura completa lo imponente del recinto, aunque sin continuar con el estilo
ecléctico moderno, del resto.
Fotografiamos, y nos mojamos, con las aguas
de la Fuente Luminosa y ascendimos por la Antena de TV (en ascensor por
supuesto), que es un interesante punto de vista aéreo de la ciudad.
En Brasilia todo es monumental, sobre la
planicie de la Meseta de Planalto; los espacios entre las construcciones, los
edificios en sí mismos, las calles, los espejos de agua, los parques, ocupan áreas
tan extensas que hacen empequeñecer al ser humano.
Se respira luminosidad, se vivencia
libertad de movimientos, se comienza a
percibir el cansancio del cuerpo que se esfuerza en recorrer, ansioso, esta
ciudad de sueños arquitectónicos hechos realidad.
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