En viaje hacia el Estado de Rondonia llegamos a una ciudad
llamada Pontes e Lacerda, nos guió nuestra intuición y pudimos estacionamos a
la orilla de un río. Durante toda la tarde fue llegando gente tanto sea para pescar,
descansar bajo el puente (donde estábamos nosotros), hacer un alto en el
trabajo para tomar tereré, etc.
En general los habitantes tienen una actitud de seriedad y
reticencia pero saludan y comienzan a hacernos preguntas, algunas llamativas
por lo concretas que son. Comprobamos finalmente, que es el lugar donde con más
gente hablamos en las pocas horas que estuvimos. Incluso uno insistió para que
nos sacásemos una foto con él (con nuestra cámara).
Encontramos un lavadero de ropa que no cobrase mucho ni
tardase tanto, como otros donde habíamos averiguado; de todas maneras tampoco
es que haya tantos lavaderos en Brasil. Sólo dejamos la ropa grande. En todos ellos
cobran por cada una de las prendas.
Si bien el paisaje es siempre llamativo, el cansancio de los
kilómetros acumulados en los cuerpos se hace sentir, cuesta cada vez más
entretenerse hasta llegar a destino; además como estamos yendo al norte, el
calor es cada vez más intenso, tratamos
de no viajar entre las 11.30 hs y 13.30 hs, por más que usemos el aire
acondicionado del vehículo.
Sabíamos que la ruta estaba en mal estado, ya que nuestra
revista guía, “Rodoviario”, lo aclaraba. La verdad es que nos tuvimos que armar
de paciencia, ya que el estado calamitoso fue mucho más largo de lo indicado. Donde
había parches éstos sobresalían algunos centímetros, por lo que el golpe se
acusaba igual, la cocina y la heladera nos avisaban de ello.
Cada tanto había
“buracos” (palabra que aquí usan para el agujero) que eran cráteres aún no
explorados debidos a su profundidad. Mientras el conductor emite improperios
cada vez más creativos ante cada uno de los tres cráteres que no pudo evitar,
la copiloto trata de embocar la aguja de crochet en el punto recién hecho,
mientras la lazada se deshizo por el salto del vehículo.
En algunas partes no se pueden evitar ya que se encuentran a
todo lo ancho de la calzada, es difícil frenar con los autos que vienen atrás y
los camiones que circulan a buena velocidad. Tal es así que auxiliamos a dos
brasileros quienes, aunque conocían la ruta, rompieron dos neumáticos de su
camioneta; llevamos a uno de ellos hasta la “borracharía” (gomería) más cercana
y aprovechamos para preguntarle de la ruta para ingresar a Perú, hacia donde se
dirigían.
Nos detuvimos en Ariquemes frente a los baños de un “posto”
(estación de servicio). Constantemente paraban camioneros a ducharse y seguían
su viaje. Pero cuando quisimos corrernos a un lugar más tranquilo, dos camiones
estaban estacionamos “demasiado” cerca atrás nuestro. Esperando que también se
vayan fuimos al bar del posto a tomar una “geladinha” (cervecita) y escribir
para el blog.
Cuando volvimos al auto, estábamos rodeados de inmensos
camiones (de 25, y hasta 30 metros de largo y varios metros de alto), que no
nos dejaban movernos, ante la imposibilidad de buscar a los propietarios entre
los, aproximadamente treinta camiones que había en toda la playa, decidimos
pernoctar allí.
A la noche, después
de cenar, charlamos con algunos camioneros vecinos (muchos viajan con sus esposas),
mientras ellos esperaban su turno para bañarse; fue una charla amena y nos
avisaron que la ruta empeoraba.
Cuando fuimos a dormir, estábamos en el borde de una
ciudad-camión, lamentamos que no había luz para fotografiar.
Esos son pozos!
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