Nos despertamos a
las 6.00 AM y, desde nuestra posición privilegiada (frente al mercado),
observamos como empiezan a llegar camiones cargados, de atrás comienzan a bajar
personas, algunas mujeres con polleras típicas de la sierra, muy brillantes
algunas, con su mercadería, con sus tablones para armar los puestos. Todo
transmite sensación de fiesta, y así deben vivir el domingo de feria, momento y
lugar de comercio, de intercambio, de encuentro.
Se acerca Pedro, y
nos pide que nos corramos porque allí van a armar puestos. Nos sugiere
estacionar pocos metros más abajo, en uno de los escasos espacios posibles,
entre la pared del puesto de salud y la ruta.
Recorrimos la
feria, donde vemos que no es turística. No sólo porque solo somos cuatro
extraños al lugar, sino porque se venden los elementos que la gente de aquí
necesita para su diario vivir. Vemos comidas típicas, carnes recién faenada,
sus pieles, verduras y frutas, mantas, lanas, sombreros y los elementos por
separado para confeccionar estas prendas;
en un puesto, linternas y “electrónica”.
Comemos en el
mercado unas riquísimas truchas fritas. Lo raro para nuestras costumbres fue el
modo de servirlas, la señora sirvió el arroz empujándolo con el plato de su gran
cacerola, terminando de servirlo con la mano, lo mismo que a la ensalada de
lechuga y tomate, las papas enteras tomadas una a una. Una cuchara grande fue
el único utensilio que se ofrecía a los comensales. No se considera la
posibilidad de bebida ya que en el puesto no había. Alrededor de la mesa, de
unos 1,00 por 0,60 mts en un momento éramos unos seis o siete (más la señora
que con sus ollas y vajilla ocupaba un lado entero de la mesa), lo cual
demostraba la calidad del alimento. Un lado de la mesa era dejado libre, para
ser usado de pasillo y además, comunicaba con el puesto de su competidora, en
el medio se hallaba el tacho donde se fritaban las truchas (con especial riesgo
para los pantalones y piernas de los clientes).
Al finalizar,
observamos que el precio que nos cobra ($7 soles a cada uno) es mayor que el
que cobra a los locales, hecho que se reitera en Perú en distintos servicios.
Abajo, segunda mesa a la izquierda, es la que ocupamos |
Trucha para chuparse los dedos!!! |
Por la tarde, dos
cholitas se divierten probando sus monteras (sombreros) en la cabeza de la
extranjera, pidiendo fotos para registrar el momento.
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