Aceptamos la invitación de Luis, uno de los guardias de seguridad nocturna
de la municipalidad, de acompañarnos y hacernos conocer lugares cercanos a
Muisne.
Lo interesante de la salida se enriqueció por habernos permitido conocerlo
a él. Persona solidaria que transmite serenidad y confianza a través de sus
actos.
En Cabo San Francisco, saludaba a casi todo el mundo con un “¡Hola
sobrino!”. Cosa que después supimos que era realidad, ya que nos costaba creer
que todas aquellas personas fueran familiares suyos. ¡Luego nos enteramos que
tiene dieciocho hijos!
Nos llevó a conocer parte de su familia (primas y sobrinos). En uno de los
hogares compartimos una linda charla, nos convidaron agua de coco recién
abierto y, al despedirnos, nos obsequiaron unas ricas bananas. En otra, a
pedido suyo, nos cocinaron un delicioso almuerzo con pescado frito, plátanos,
arroz y jugo de naranja, que habíamos
comprado previamente.
Por la tarde nos guío hasta Tongarachi, donde tanto él como su familia y la
comunidad a la que pertenece, poseen tierras. Allí producen distintos tipos de
frutas tropicales: guineos, plátanos, cocos, paltas, sandías, maracuyá, y
también caña de azúcar. Además de criar cerdos y gallinas.
Este valiosísimo bosque que termina en el mar, fue devuelto a la comunidad
hace ocho meses por disposición del presidente Correa. Ahora elaboraron un
proyecto para desarrollar turísticamente
el lugar.
Fue difícil reconocer a este hombre que llevamos de zapatos lustrados,
camisa y pantalón impecables, ahora con sus botas de goma, ropa de campo y
machete abriéndonos paso entre la maleza, cortando y pelando cañas de azúcar,
bajando cocos y “cachos” de guineos, armando en el momento tientos para
cargarlos.
Nos llevó a la costa, a orillas del mar, para mostrarnos restos de
cerámicas indígenas precolombinas que van apareciendo con la erosión.
Y para finalizar nos invitó a cenar “cangrejos encocados”, en casa de su hermana
Delfina. Entre gustosos y sorprendidos participamos en la preparación del
plato.
La despedida final, no fue esa noche, sino a la mañana siguiente en la que
fuimos nuevamente invitados a la casa de Delfina que nos esperaba con el típico
desayuno ecuatoriano: arroz, carne y plátanos. Para beber: banana pisada con
leche y canela. ¡Muy contundente para empezar el día!
Foto: Delfina tiene 9 hijos, 53 nietos y 6 bisnietos. Orgullosa nos cuenta
que terminó de criar sola a sus hijos lavando ropa, y que ahora está terminando
de construir su casa con bloques gracias a la venta de gallinas y cerdos que
ella cría.
Así, azarosamente, ya que todo se dio a partir de la búsqueda de un lugar
para estacionar, conocimos a una típica familia ecuatoriana que nos hizo sentir
muy cómodos. Nos agradó su sencillez, sinceridad y gran amabilidad. ¡Todos
esperamos volvernos a ver!
Buena historia. El mundo es mas grande que nuestras 4 esquinas
ResponderEliminarAsí es Jon. Viajar permite salir un poco de esas esquinas. Suerte!
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