07-10-12. En viaje hacia Quito, empezamos a buscar lugar para pernoctar y,
casualmente, llegamos a Mindo.
Promocionado por sus cascadas, éste hermoso pueblo de montaña, que se
encuentra a 1.200 msnm, recibe a turistas de todo el mundo. Por supuesto,
encontramos algunos argentinos, artesanos que viven aquí y están impulsando
actividades culturales, a través de distintos canales. Por ejemplo, abrieron “La
Casita del Arte y del Té”, en el lugar donde viven.
La misma, se encuentra emplazada en el bosque, al que para llegar hay que
atravesar un hermoso río que corre entre las piedras, por un pintoresco puente
peatonal. Allí ofrecen funciones teatrales, música en vivo, exposición de sus
artesanías; además la propuesta naturista abarca distintas variedades de te,
panes integrales, conservas y mermeladas caseras.
Una noche disfrutamos de una función de teatro con convocatoria espontánea,
fue éxito absoluto. Con mezcla de nacionalidades entre el público; compuesto
por argentinos, ecuatorianos, venezolanos, franceses y chilenos.
Nos vamos llenos de energía y muy alegres ya que nos informan que en Quito,
en el Mercado Santa Clara ¡se consigue yerba! Se nos había acabado en Perú.
Además de disfrutar el entorno de la ciudad, hacemos una caminata hasta las
cascadas, en la Reserva Ecológica Mindo Nambillo.
El ascenso dura 90 minutos, luego subimos a la tarabita de montaña, una
especie de cable carril abierto y muy simple. Cruzamos 530 metros sobre la
vegetación del bosque húmedo, abajo corre el río ¡hermoso!
Al descender de la tarabita, recorremos seis de las siete cascadas que
ofrece la reserva. Ascensos y descensos durante tres horas que nos dejaron
exhaustos físicamente pero enriquecidos por la belleza del lugar.
Vegetación frondosa, variada, exuberante con helechos de inmensos tamaños.
Cantidad de mariposas y…una araña enorme y peluda que se cruzó en el sendero y
luego adoptó una actitud defensiva.
Nos continúan asombrando la cantidad y variedad de pájaros. Ya avisados de
los turistas, aletean inquietos, o se posan breves segundos ante la mirada, el
resto del tiempo se los oye, se los adivina en la selva más no se los vé. Por
suerte, siempre descubrimos alguno, y seguimos maravillados.
Regresamos, con lo cual se hicieron casi seis horas de caminata, casi sin
parar.
Almorzamos a las 15.00 fideos con aceite, y descansamos en la casita,
leyendo, escribiendo, mientras una
agradable lluvia acompañaba estas actividades creando un ambiente íntimo, acogedor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario