En Mindo estacionamos frente a la plaza y pronto descubrimos que teníamos
vecinos muy amables. Unos, encargados de un almacén, nos ofrecen agua potable y
luego se acercan al vehículo a charlar, impulsados por la curiosidad. En
Ecuador no se ve este modelo de Renault, menos convertido en motorhome, por lo
que muchísimas veces hemos abierto las puertas de la Blanquita para que vean
cómo es. Se asombran en encontrar cama, heladera, mesa, baño, cocina.
Hablando de la cocina, comprobamos que está perdiendo gas otra vez. Ya
tenemos anulada una de las dos hornallas (no pudimos conseguir una pieza para
repararla).
Charlamos bastante con esta familia, la señora termina invitando a Adriana
a una clase de “baileterapia”.
Al lado del almacén, frente a su casa, Antonio saca su parrillita móvil y
desde las 10.. a las 22.00 prepara exquisitas parrilladas, cuyo aroma
indefectiblemente va a parar a nuestras narices. La forma de asarla y los
chorizos caseros, preparados por él mismo, nos hacen sentir como en Argentina.
Un mediodía cruzamos la calle y almorzamos, comprobando que saben tan bien como
huelen. El chorizo era bastante ahumado, nos sorprende cuando nos cuenta que él
es originario de la costa y su plan es volver allá donde tiene tierras para trabajar
con turistas. Se lamenta cuando se entera que nos íbamos al otro día “ya se
van!”, diciéndonos que nos quería invitar a conocer sus tierras.
El negocio tiene mucho movimiento,
se oye salsa todo el día, y mucha gente come parada al lado del carro.
El día en que nos vamos se cruza y nos regala un cuadro con un colibrí
pintado sobre una pluma, diciendo: “ése soy yo”, nos sorprende y le regalamos
un CD de música argentina.
La mayoría de la gente del lugar, como en el resto de Ecuador, nos saluda
cuando nos cruzamos en la calle, es muy calma y agradable.
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