22-03-13. Llegamos
a tierra firme a las 3.30 hs. Al bajar del ferry le preguntamos a un agente de
la Guardia Nacional dónde podíamos estacionar para dormir. Sin mucha
cordialidad, el agente inquiere hasta qué hora estaremos y nos indica un lugar.
Puerto La Cruz |
Cuando nos dirigimos
allí, pasamos cerca de unos puestos de comida, donde habíamos degustado empanadas
la semana anterior. El lugar estaba atestado de vehículos, gente bailando en la
calle y música a volumen… inesperado.
Pensamos que a una
hora “normal” la gente se iría a dormir, era jueves y, hasta ahora, sólo
habíamos comprobado que en Brasil había fiesta los miércoles a la noche como si
fuese un sábado.
Varias horas
después la música hizo silencio, sólo para reanudarse al mismo gutural volumen.
Además ¡¡¡los mismo temas musicales que
venimos escuchando hace meses!!!! ¡¡¡Que vuelva el rock nacional!!
Muy mal dormidos,
a las 6.30 hs. salimos a buscar alguna otra playa. Aunque Margarita nos había
sorprendido con la variedad y cantidad que posee, teníamos información que en
el Parque Nacional Mochima también había excelentes.
Nos detenemos en
Playa Arapito y, para entrar al estacionamiento, frenamos en una especie de
casilla, bastante deteriorada. Preguntamos al hombre que se encuentra allí y
nos dice que más adelante podemos estacionar, de paso nos pide cinco bolos
(Bolívares) para una empanada. Lo miramos sorprendidos, el pedido no guardaba
ninguna relación (aparente para nosotros) con lo que veníamos hablando. Como no
reaccionamos nos pide dinero para afeitarse (¿¡!?), el caballero de esta pareja
se pasa la mano por la cara y dice que él también necesita hacerlo,
aprovechando la risa del gentil hombre avanzamos.
Apenas
estacionamos nos sale al encuentro un encantador muchacho que nos ofrece viaje
en lancha a las islas y algo dice sobre el cobro del estacionamiento, la
situación nos produce hastío y volvemos a la ruta.
En el camino hacia
el Este debatimos qué hacer. Seguramente todas las playas son iguales en el
“formato” comercial. Decidimos hacer un día de playa ya que no muchas más
conoceremos en el Caribe venezolano.
Entramos a Playa
Colorada y cuando sale una joven de la casilla de ingreso acelero, cansado del
acoso comercial. Estacionamos debajo de una profusa sombra. Nadie sale a pedirnos
nada: perfecto.
La playa es
hermosísima, la tierra roja que se veía a los costados de la ruta se transforma
en arena de ese color que llega al mar, de un verde fantástico, la línea de
palmeras, algunas con palmas levemente quemadas lo cual le da un color amarillo
que enfatizan las profundidades del verde general, forman la típica postal que
nos muestran cuando nos quieren vender un tour a Cuba o San Andrés, o
Margarita.
Un sociable joven
(tendrá nuestra edad) nos comenta que hay “aguas malas” (lo que en Argentina
llamamos agua viva), que tengamos cuidado. Él las saca con una bolsa de
plástico. Son inmensas y bellas.
Nos metemos en el
agua, es una verdadera pileta, incluso tiene la temperatura más alta que en la
isla. Nadamos un buen rato y salimos buscando un poco de sombra agreste.
Habíamos leído en
el diario que el gobierno busca empezar a regular las sombras en las playas,
quienes alquilan sombrillas y reposeras se apropian de toda la costa y no hay
disponibilidad de sombra, que además, por lo general es escasa. Encontramos alguna
cerca de un montón de basura, lamentablemente.
Más sosegados nos
dirigimos a la casilla informarnos. Cobran 20 bolívares el estacionar el
vehículo y en los baños hay duchas, es esencial para nosotros poder sacarnos la
sal sin agotar nuestro depósito de agua.
Al poco tiempo,
comienza a nublarse, llovizna después. Nos volvemos a meter al agua ya con
lluvia manifiesta.
Luego, una ducha
“expuesta”. El agua cae de los tanques y hay una sola pared, por lo cual
cualquiera que estuviese en un radio de 180° podía vernos sin barreras. Tuvimos
que abonar 9 bolívares cada uno y, así, salimos a buscar dónde dormir esa
noche.
Nunca olvidaremos
nadar en este mar fantástico, el día fue breve y con poco sol pero también eso
lo hizo soportable en cuanto a temperatura.
Parque Nacional Mochica |
Así llegamos hasta
el cuartel de bomberos UDO (Universidad del Oriente) Cumaná, donde nos reciben
muy amablemente y pasamos una noche distinta.
En Venezuela los
bomberos intervienen en los accidentes y otras situaciones. En determinado
momento, llega la policía a buscarlos ya que hay “un herido de bala de fuego” y
es necesaria la presencia de personal. Antes había venido una camioneta a
cargar los tubos de oxígeno para hacer buceo, antes salió la ambulancia a toda
velocidad. Hubo ruido pero nos sentíamos muy tranquilos y resguardados en el
lugar. Dormimos profundamente.
La noche del 23
sería muy, muy diferente.
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