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¡Hola!

Este blog es un lugar, un lugar en movimiento para compartir.

Compartir los viajes, los paisajes, las vivencias, las alegrías, las reflexiones y, por qué no, las penas, que, esperamos, no sean muchas.

¿Por qué territorio? Porque es la tierra que nos aloja y es, también, el aire, el mundo material y simbólico, las ilusiones y herencias que también nos sostienen.

¿Por qué en movimiento? Porque, al movernos, lo cambiaremos y será cambiado. Por el paisaje, la gente, el camino, otros soles, nuevas lluvias; en este desafío de trasladarnos con nuestro territorio a largo plazo, en el tiempo y en el espacio.

¡Suban con nosotros y acompáñennos! ¡Pongámonos en movimiento!

Adriana y Nelson


18 abr 2013

Playas Arapito y Colorada


22-03-13. Llegamos a tierra firme a las 3.30 hs. Al bajar del ferry le preguntamos a un agente de la Guardia Nacional dónde podíamos estacionar para dormir. Sin mucha cordialidad, el agente inquiere hasta qué hora estaremos y nos indica un lugar.

Puerto La Cruz

Cuando nos dirigimos allí, pasamos cerca de unos puestos de comida, donde habíamos degustado empanadas la semana anterior. El lugar estaba atestado de vehículos, gente bailando en la calle y música a volumen… inesperado.

Pensamos que a una hora “normal” la gente se iría a dormir, era jueves y, hasta ahora, sólo habíamos comprobado que en Brasil había fiesta los miércoles a la noche como si fuese un sábado.

Varias horas después la música hizo silencio, sólo para reanudarse al mismo gutural volumen. Además  ¡¡¡los mismo temas musicales que venimos escuchando hace meses!!!! ¡¡¡Que vuelva el rock nacional!!

Muy mal dormidos, a las 6.30 hs. salimos a buscar alguna otra playa. Aunque Margarita nos había sorprendido con la variedad y cantidad que posee, teníamos información que en el Parque Nacional Mochima también había excelentes.

Nos detenemos en Playa Arapito y, para entrar al estacionamiento, frenamos en una especie de casilla, bastante deteriorada. Preguntamos al hombre que se encuentra allí y nos dice que más adelante podemos estacionar, de paso nos pide cinco bolos (Bolívares) para una empanada. Lo miramos sorprendidos, el pedido no guardaba ninguna relación (aparente para nosotros) con lo que veníamos hablando. Como no reaccionamos nos pide dinero para afeitarse (¿¡!?), el caballero de esta pareja se pasa la mano por la cara y dice que él también necesita hacerlo, aprovechando la risa del gentil hombre avanzamos.

Apenas estacionamos nos sale al encuentro un encantador muchacho que nos ofrece viaje en lancha a las islas y algo dice sobre el cobro del estacionamiento, la situación nos produce hastío y volvemos a la ruta.

En el camino hacia el Este debatimos qué hacer. Seguramente todas las playas son iguales en el “formato” comercial. Decidimos hacer un día de playa ya que no muchas más conoceremos en el Caribe venezolano.

Entramos a Playa Colorada y cuando sale una joven de la casilla de ingreso acelero, cansado del acoso comercial. Estacionamos debajo de una profusa sombra. Nadie sale a pedirnos nada: perfecto.

La playa es hermosísima, la tierra roja que se veía a los costados de la ruta se transforma en arena de ese color que llega al mar, de un verde fantástico, la línea de palmeras, algunas con palmas levemente quemadas lo cual le da un color amarillo que enfatizan las profundidades del verde general, forman la típica postal que nos muestran cuando nos quieren vender un tour a Cuba o San Andrés, o Margarita.


Un sociable joven (tendrá nuestra edad) nos comenta que hay “aguas malas” (lo que en Argentina llamamos agua viva), que tengamos cuidado. Él las saca con una bolsa de plástico. Son inmensas y bellas.

Nos metemos en el agua, es una verdadera pileta, incluso tiene la temperatura más alta que en la isla. Nadamos un buen rato y salimos buscando un poco de sombra agreste.

Habíamos leído en el diario que el gobierno busca empezar a regular las sombras en las playas, quienes alquilan sombrillas y reposeras se apropian de toda la costa y no hay disponibilidad de sombra, que además, por lo general es escasa. Encontramos alguna cerca de un montón de basura, lamentablemente.


Más sosegados nos dirigimos a la casilla informarnos. Cobran 20 bolívares el estacionar el vehículo y en los baños hay duchas, es esencial para nosotros poder sacarnos la sal sin agotar nuestro depósito de agua.

Al poco tiempo, comienza a nublarse, llovizna después. Nos volvemos a meter al agua ya con lluvia manifiesta.

Luego, una ducha “expuesta”. El agua cae de los tanques y hay una sola pared, por lo cual cualquiera que estuviese en un radio de 180° podía vernos sin barreras. Tuvimos que abonar 9 bolívares cada uno y, así, salimos a buscar dónde dormir esa noche.

Nunca olvidaremos nadar en este mar fantástico, el día fue breve y con poco sol pero también eso lo hizo soportable en cuanto a temperatura.

Parque Nacional Mochica

Así llegamos hasta el cuartel de bomberos UDO (Universidad del Oriente) Cumaná, donde nos reciben muy amablemente y pasamos una noche distinta.

En Venezuela los bomberos intervienen en los accidentes y otras situaciones. En determinado momento, llega la policía a buscarlos ya que hay “un herido de bala de fuego” y es necesaria la presencia de personal. Antes había venido una camioneta a cargar los tubos de oxígeno para hacer buceo, antes salió la ambulancia a toda velocidad. Hubo ruido pero nos sentíamos muy tranquilos y resguardados en el lugar. Dormimos profundamente.

La noche del 23 sería muy, muy diferente.

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