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¡Hola!

Este blog es un lugar, un lugar en movimiento para compartir.

Compartir los viajes, los paisajes, las vivencias, las alegrías, las reflexiones y, por qué no, las penas, que, esperamos, no sean muchas.

¿Por qué territorio? Porque es la tierra que nos aloja y es, también, el aire, el mundo material y simbólico, las ilusiones y herencias que también nos sostienen.

¿Por qué en movimiento? Porque, al movernos, lo cambiaremos y será cambiado. Por el paisaje, la gente, el camino, otros soles, nuevas lluvias; en este desafío de trasladarnos con nuestro territorio a largo plazo, en el tiempo y en el espacio.

¡Suban con nosotros y acompáñennos! ¡Pongámonos en movimiento!

Adriana y Nelson


22 abr 2013

Una tras otra


23-03-13. Paseamos por Cumana, la ciudad en su parte antigua está sucia y descuidada. El paseo cerca del río, más atendido, se encuentra lleno de gente por varias cuadras. Se trata de una nueva iniciativa del presidente a cargo, Nicolás Maduro, hay una feria donde se pueden comprar alimentos básicos a precios muy convenientes. Gente con chombas coloradas (bolivarianas, chavistas, socialistas) por todas partes, organizando, carteles que recuerdan y agradecen a Chavez, consignas por altoparlantes. 
Nos gustó que habían invitado a una compañía de danza con niñas pequeñas, al finalizar la actuación la directora le agradece al gobierno y hace proselitismo.













Subimos caminando hasta el Castillo de San Antonio de la Eminencia, construido en 1659, donde vivimos una experiencia muy fuerte.


Estamos de acuerdo con que cada persona quiera y deba trabajar para lograr su sustento pero, una persona muda tratando de hacer de guía en lo alto de la fortaleza…¡!


Hacía gestos fuertemente expresivos mientras señalaba algo en las piedras, no entendíamos a qué se refería pero le agradecimos su interés en aumentar nuestro conocimiento colonial.
Lo más impactante de la construcción fueron las dos pequeñas salas que servían de prisión. La más pequeña, de tamaño inverosímil, la usaban los españoles para dejar morir a los prisioneros sin comida ni bebida, con unos pequeños agujeros por donde, apenas, pasaba el aire.
Partimos hacia el Este bordeando el Golfo de Cariaco y teniendo todo el tiempo la Península de Araya a nuestra izquierda.
Empezó a caer la tarde cerca de Villa Frontado, como nos pareció un pueblo muy pequeño, casi asfixiante, decidimos seguir hasta Cariaco a pasar la noche, aunque nos desviaba de nuestro camino a la Cueva del Guácharo.
Llegamos y nos sorprendió la iglesia, parecía un castillo de estilo “flexible”. Caminamos por la plaza mientras escuchábamos charlar a viva voz a los parroquianos mientras degustaban cervezas y trataban de hacerse oír por sobre la música del local donde ellos mismos compraban las cervezas.

Preguntamos a la policía si podíamos dormir casi enfrente de la comisaría. Nos contestan que “si un vecino no se queja, no había problema” (¿?).
Cuando salimos de la casita para dar otra recorrida por el pueblo, una vecina (¿la que se queja?) nos pide que corramos el vehículo,"así la policía puede cuidar mi casa", expresó.
Volvemos a la policía para saber cómo se resolvía esto y una agente (que parece ya conocía ampliamente a esta vecina) nos dice que estacionemos al lado de la comisaría.
Además, consulta a su jefe para ver si tiene otra idea y éste dice que puede llamar al motorista (chofer) para que corra el patrullero (unos cinco metros) así acomodamos la casita más cerca, aprovecha y dice que “si nos parece” podemos colaborar…para el aceite del patrullero. Ponemos cara de que no entendemos de qué está hablando y le agradecemos a la agente su idea. Estacionamos más cerca de la policía (frente a la vecina que, por lo demás, de todos modos tenía el resto de su casa tapada por un camión).
Nos vamos a dormir y empieza a sonar música muy fuerte, creemos que en la placita frente a nuestro estacionamiento callejero. Dormimos entrecortadamente hasta que, de pronto, un fuerte golpe nos despierta. Pensamos que nos habían chocado otra vez. Descubrimos que un hombre borracho se había caído sobre el vehículo. No sabíamos qué hacer, el ambiente era hostil, la policía, por primera vez en Venezuela, no nos producía seguridad. Oímos que alguien le empieza a hablar a esta persona, la cual le contesta de modo poco coherente. A los dos días descubrimos un nuevo golpe en la chapa de la casita, tal vez allí golpeó el hombre embriagado, lo cual nos hizo preocupar por él.
Así nos dormimos otra vez, mientras oíamos música de fondo. A veces, por supuesto, las músicas se superponían.
Cuando amaneció salimos del nefasto pueblo.
El aire fresco de la montaña nos haría bien, supusimos, y, en general, según nuestra experiencia la gente que vive allí no es tan ruidosa.
Pocos kilómetros hacia el Oeste, desandando el camino de ayer, encontramos otra ruta que va hacia el Sur, así empezamos a regresar a Argentina. Aún faltan muchísimos kilómetros más y unos cuantos días pero las percepciones cambian, las sensaciones son de despedida, de Venezuela y de este viaje.
Empieza otro movimiento del territorio.

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