13-03-13. Salida.
Llegamos a Puerto La Cruz, cerca del mediodía, con la expectativa de poder viajar a la Isla Margarita. Nos dirigimos a las instalaciones de Conferry para averiguar. Al preguntar por el costo y horarios del pasaje, una displicente empleada, en el mostrador de entrada, nos dice que hasta el día 28 de marzo no había pasajes. La miramos anonadados y agrega que si queríamos pasásemos a las 19 hs, ya que tal vez habilitaban algún barco. Nos manda a una ventanilla para preguntar sobre el transporte del vehículo y, otra empleada, nos explica que uno de los ferrys se había incendiado por lo que está en reparaciones, lo que implicó que se haya reducido la capacidad del transporte. En cuanto al precio, nos dice que hay que medirlo y que el precio es por metro lineal.
Nos fuimos decepcionados y al rato, pensando en cómo fue toda la situación, decidimos volver a preguntar de nuevo. Esta vez hay otra empleada en el mostrador que nos atiende amablemente y nos dice que volvamos a las 15 hs para ver si hay novedades.
Un poco más conformes vamos a pasar el rato frente al hermoso Mar Caribe.
Cuando volvemos ya somos varios lo que estamos en la misma situación de espera y sin noticias por parte de la empresa. Los interesados debemos acercarnos una y otra vez a una ventanilla en la que las empleadas, siempre distintas, sólo dice que no tienen novedades y se retiran de la misma si uno sigue intentado preguntar algo más. En determinado momento le comunican a alguien que recién a las 18 hs se sabrá algo por lo que intentan persuadirnos de que nos vayamos y volvamos a esa hora. Nadie lo hace.
Ante el desconcierto de la situación, como es mi costumbre, empiezo a indagar empleando el método de preguntas a varias personas del lugar para recopilar datos de experiencias anteriores.
Me acerco a una señora pero me termina respondiendo con más ganas un señor que también estaba allí esperando. Él, venezolano, ya con otras experiencias en esa empresa, se disculpa por esta atención hacia los turistas.
Francisco nos entretuvo con juegos de lógica lúdica, ya que el y su pareja, Mariela, son fabricantes de juegos de ingenio. Nos hizo varias demostraciones y no regaló dos juegos: La argolla mágica y los clavos doblados.
Cuando estábamos los cuatro tomando un café en el bar del lugar, otras personas que habían estado disfrutando de estas exhibiciones empiezan a gritar: “Mago, mago, abrieron las ventas de pasajes para el ferry”, por lo cual nos abalanzamos hacia el lugar en el que ya se había formado una cola.
Al ver que todos tenían papeles en sus manos, pregunto y Mariela me explica sobre el formularios y las fotocopias de los documentos que tenemos que presentar. ¿Por qué nadie nos informó de eso antes para tenerlo preparado?
Nos dividimos tareas con Nel y yo corrí a la casita para buscar los documentos faltantes, con tan mala suerte que al bajar me doblé un pié por los desniveles de la calzada. Entre las corridas y la emoción sólo percibí el intenso malestar unas horas después cuando el dolor no me permitía siquiera apoyar el pie.
¡No lo podemos creer. Conseguimos pasajes para ese mismo día! Nos dijeron que era el Expreso, que cuesta más del doble que el Ordinario, pero no nos dieron opciones, y ante nuestra sorpresa también pudimos elegir la fecha de regreso.
A las 18 hs ingresamos el vehículo al puerto y esperamos hasta las 21 hs en que lo subimos al ferry. Quince minutos después partíamos hacia la Isla Margarita, a la que llegamos después de cinco horas. ¿Y dónde quedaron las 2, 30 hs que tardaría el Expreso?
21-03-13. Regreso
Después de ocho hermosos días en la Isla Margarita, nos acercamos lentamente para abordar el ferry a las 14.00, a esa hora debíamos estar, ya que la hora de salida era a las 16.00.
Cuando llegamos a la taquilla, nos informan: “Lamentablemente el Expreso está en mantenimiento”. Por ello nos explican que nos dan gratis los pasajes en el Ferry Ordinario y los tickets sacados anteriormente, los podríamos utilizar en el plazo de un año. Tenemos que volver a las 19.00 hs para abordarlo. Preguntamos sobre las características del ferry común y nos dicen que el viaje lleva cinco horas, a lo que respondimos: “La ida también duró ese tiempo!” (Y era Expreso, o al menos eso pagamos).
Tanto el empleado como el resto de quienes estaban en la oficina, se rieron e hicieron gestos de “así son las cosas”. Reiteraron sobre los pasajes gratis, y la posibilidad de usar luego los ya sacados, lo que recibió miradas irónicas de nuestra parte.
Volvimos a las 19.15 hs. y una larga fila de automóviles ya estaban esperando, lo cual nos tranquilizó, en algún momento íbamos a salir. Nos enviaron a la fila 2, no sabemos con qué fin ya que de repente hubo una especie de estampida y, súbitamente, todos los autos (de la totalidad de las cuatro o cinco dársenas que había), salieron casi al unísono cambiando sus puestos e hileras. Nosotros quedamos casi últimos en una fila de dos carriles.
Preguntamos a gente que habitualmente usa este servicio y nos respondieron que: “siempre es así”, uno de ellos agrega que la forma de conducir en el acceso es: “cada vez más agresiva”.
Recién a las 21.15 embarcamos y, paradójicamente cuando nos ubicaron en el ferry (debido a la altura de nuestro vehículo) quedamos en el segundo lugar para salir una vez en tierra, jajaja!
Finalmente salimos a las 22.00. Por supuesto llevábamos encima la cámara para sacar fotos durante el viaje diurno (¡!) con sus pilas de repuesto, la notebook para aprovechar el wifi (hubo en el primer viaje, en este no), ganas de ver delfines nadando cerca del barco. Igualmente el Caribe nos regaló una hermosa noche para navegar.
Vemos que mucha gente se acomoda en la cubierta exterior, el suelo de los diferentes niveles o en los sillones, para dormir durante el viaje. Como en el de ida, el barco está muy gastado por el tiempo y el uso.
Intentamos dormir en unos asientos muy incómodos, deben estar diseñados para ir perfectamente sentados, pero ¡queríamos reposar un poco! Imposible. Además, la potente luz blanca del techo, que no disminuyó en toda la noche, perforaba directamente la pupila, o el párpado, según corresponda.
Uno de nosotros (el varón) despertó sobresaltado en un momento y preguntó: “¿subieron la luz?” A lo que su acompañante (la mujer) lo miró con cara llena de ira, ya que no había logrado dormir un segundo.
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