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¡Hola!

Este blog es un lugar, un lugar en movimiento para compartir.

Compartir los viajes, los paisajes, las vivencias, las alegrías, las reflexiones y, por qué no, las penas, que, esperamos, no sean muchas.

¿Por qué territorio? Porque es la tierra que nos aloja y es, también, el aire, el mundo material y simbólico, las ilusiones y herencias que también nos sostienen.

¿Por qué en movimiento? Porque, al movernos, lo cambiaremos y será cambiado. Por el paisaje, la gente, el camino, otros soles, nuevas lluvias; en este desafío de trasladarnos con nuestro territorio a largo plazo, en el tiempo y en el espacio.

¡Suban con nosotros y acompáñennos! ¡Pongámonos en movimiento!

Adriana y Nelson


5 abr 2013

Punto Fijo.


Al enterarnos de que la Península de Paraguaná es zona libre de impuestos, nos proponemos visitar Punto Fijo, la ciudad más grande. La notebook está cargadísima de fotos y cada vez trabaja más lenta. Un disco rígido externo nos sería de ayuda.

Pocos km antes de llegar a la ciudad, aparecen los mall y grandes edificios de venta de artículos importados.

Elegimos uno que parece tener mercadería variada y empezamos a recorrerlo.

Es un predio cerrado por rejas, hay calles internas sin vegetación y el calor es muy fuerte. Cada vez que entramos a un local el aire acondicionado parece que se derrama envolviéndonos en un suave confort.

No encontramos lo que buscamos, empezamos a preguntar por tarjetas de memoria o algún equivalente y la mayoría tienen a la venta modelos algo vetustos. Los precios tampoco son interesantes.

Finalmente terminamos comprado un MP 3 (¿caro, barato, a precio razonable? No lo sabemos). Tenemos un MP 4 con algunos años de uso y en cualquier momento termina su vida útil. El MP 3 servirá para aliviar, al menos algo, tanta información que tiene la notebook.

Nos llama la atención la cantidad de muebles que hay a la venta, poca ropa, pocos perfumes. La atención de los vendedores es bastante indolente, parca.

En un negocio que vende ropa nos atiene una argentina que hace más de treinta años que está en Venezuela. Nos habla de la diferencia que percibe en la sociedad desde que llegó, en relación a este momento. Nos ofrece un lugar donde estacionar el motorhome para pasar la noche, otro mall donde trabaja su hija.

Le agradecemos pero seguimos viaje, lentamente, rumbo a Caracas donde tenemos que hacer trámites administrativos.

Antes de ingresar al mall y luego, en pocos km, a la salida del mismo, nos detiene tres veces la Guardia Nacional. En principio con actitud fría y algo marcial, piden papeles que nunca antes nos habían requerido, como el pasaporte, e incluso uno insiste en ver el examen médico.

“¿Qué examen médico?” le respondemos. Explica que cuando se saca el carnet de conductor en Venezuela hay que presentar un examen médico de aptitud, quiere verlo o, en su defecto, una copia. Replicamos que donde vivimos uno presenta el examen médico, y demás documentación, para obtener el carnet de conducir, pero el examen no nos es devuelto, es decir, no lo tenemos. Cuesta entenderse.

Cuando razona que somos argentinos su actitud cambia diametralmente, nos da la mano, cambia la actitud marcial y cuenta sus cuitas, por ejemplo que a él le gustaría conocer  Argentina pero siendo militar debe pedir permiso, etc., etc.

A partir de la empatía cambia la relación y nos despide augurándonos feliz viaje, sin revisar el vehículo, que era su interés inicial.

Hacemos pocos km más, y nos detiene el servicio de Aduanas de Venezuela, miramos azorados la cantidad de gente que está esperando quién sabe qué, al exterior del edificio, bajo una sombrilla. Por suerte para nosotros, después de una corta espera pero que nos mantiene impacientes y de mal humor, hacen una fotocopia del permiso de ingreso del vehículo al país y podemos seguir protegidos del calor por el aire acondicionado de la Blanquita.

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