Al enterarnos de que
la Península de Paraguaná es zona libre de impuestos, nos proponemos visitar
Punto Fijo, la ciudad más grande. La notebook está cargadísima de fotos y cada
vez trabaja más lenta. Un disco rígido externo nos sería de ayuda.
Pocos km antes de
llegar a la ciudad, aparecen los mall y grandes edificios de venta de artículos
importados.
Elegimos uno que
parece tener mercadería variada y empezamos a recorrerlo.
Es un predio
cerrado por rejas, hay calles internas sin vegetación y el calor es muy fuerte.
Cada vez que entramos a un local el aire acondicionado parece que se derrama
envolviéndonos en un suave confort.
No encontramos lo
que buscamos, empezamos a preguntar por tarjetas de memoria o algún equivalente
y la mayoría tienen a la venta modelos algo vetustos. Los precios tampoco son interesantes.
Finalmente terminamos
comprado un MP 3 (¿caro, barato, a precio razonable? No lo sabemos). Tenemos un
MP 4 con algunos años de uso y en cualquier momento termina su vida útil. El MP
3 servirá para aliviar, al menos algo, tanta información que tiene la notebook.
Nos llama la
atención la cantidad de muebles que hay a la venta, poca ropa, pocos perfumes.
La atención de los vendedores es bastante indolente, parca.
En un negocio que
vende ropa nos atiene una argentina que hace más de treinta años que está en Venezuela.
Nos habla de la diferencia que percibe en la sociedad desde que llegó, en
relación a este momento. Nos ofrece un lugar donde estacionar el motorhome para
pasar la noche, otro mall donde trabaja su hija.
Le agradecemos pero
seguimos viaje, lentamente, rumbo a Caracas donde tenemos que hacer trámites
administrativos.
Antes de ingresar al
mall y luego, en pocos km, a la salida del mismo, nos detiene tres veces la
Guardia Nacional. En principio con actitud fría y algo marcial, piden papeles
que nunca antes nos habían requerido, como el pasaporte, e incluso uno insiste
en ver el examen médico.
“¿Qué examen
médico?” le respondemos. Explica que cuando se saca el carnet de conductor en
Venezuela hay que presentar un examen médico de aptitud, quiere verlo o, en su
defecto, una copia. Replicamos que donde vivimos uno presenta el examen médico,
y demás documentación, para obtener el carnet de conducir, pero el examen no
nos es devuelto, es decir, no lo tenemos. Cuesta entenderse.
Cuando razona que
somos argentinos su actitud cambia diametralmente, nos da la mano, cambia la
actitud marcial y cuenta sus cuitas, por ejemplo que a él le gustaría conocer Argentina pero siendo militar debe pedir
permiso, etc., etc.
A partir de la
empatía cambia la relación y nos despide augurándonos feliz viaje, sin revisar
el vehículo, que era su interés inicial.
Hacemos pocos km
más, y nos detiene el servicio de Aduanas de Venezuela, miramos azorados la
cantidad de gente que está esperando quién sabe qué, al exterior del edificio, bajo
una sombrilla. Por suerte para nosotros, después de una corta espera pero que
nos mantiene impacientes y de mal humor, hacen una fotocopia del permiso de
ingreso del vehículo al país y podemos seguir protegidos del calor por el aire
acondicionado de la Blanquita.
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